La lista es interminable. Decenas de restaurantes han cerrado sus puertas mientras que, en contrapartida, algunos audaces se decidieron a apostar al negocio gastronómico, jaqueado por el Covid-19 y la situación económica del país.
Se cumple en esta fecha un año de que inició la Jornada Nacional de Sana Distancia que obligó a los restaurantes a cerrar, primero por unas semanas y después a trabajar a puertas cerradas.
Un año de que la maldición de la pandemia tocara a los comercios y a todos los rubros. Una sacudida mundial para la que nadie estaba preparado.
En el país, ninguna autoridad tuvo el tino de aligerar la carga. A pesar del llamado de los restauranteros, los impuestos no se condonaron. Pese al cierre, el pago de la luz y otros servicios continuó. Pagar la renta sin abrir es una carga dura de soportar.
Peor les fue a los bares, botaneros y afters. Esos fueron obligados a cerrar por más tiempo.
Los buenos restaurantes, esos que ofrecen productos de calidad y que escogen ingredientes naturales u orgánicos, batallaban con los costos difíciles de aplicar a la carta, con el pago puntual al personal y con los pagos tributarios cuando el Covid-19 llegó a Oaxaca.
Justo un año antes la ley había obligado a los comercios formales a erradicar los desechables. Se había tenido que invertir en biodegradables, buscar opciones, la mayoría de alto costo.
Ahora había que dar marcha atrás. Se tuvo que apostar por el servicio a domicilio, ya que en un inicio ni siquiera se permitió la comida para llevar. Cada restaurante tuvo que implementar un nuevo modo de trabajar, no sólo para sobrevivir, sino para evitar contagiarse de este virus mortal.
Aunque existen intrépidos que se animaron a abrir en medio de la incertidumbre, la lista de los que cerraron es bastante larga.
Les detallaremos, por ahora, aquellos que visitamos, esos que nos permitieron entrar a su cocina, platicar con el chef, con los que, incluso, hicimos amigos.
Uno de los primeros en bajar las cortinas fue Maíz Pilao. Cocina urbana contemporánea. El chef al frente es de origen venezolano. Ofrecía cocina fusión. Una de las más exquisitas que probamos en Oaxaca. Su oferta era única, lograba que cada platillo fuera toda una experiencia.
Nos tocó conocerlos casi desde que empezaron. Tenían algún tiempo de que ofrecían un menú ejecutivo. Rico, completo y a un precio bastante accesible. Tras las primeras semanas del confinamiento, a puertas cerradas intentaron la apuesta de ofrecer pasteles por encargo, en septiembre todavía prepararon, por temporada y para llevar, chiles en nogada.
Il Giaguaro es uno de los cierres que más nos sorprendió. Cocina mediterránea. Iniciaron en el barrio Trinidad de las Huertas. Se habían mudado a la calle 5 de Mayo, cerca del templo Santo Domingo.
Un menú 70 por ciento italiano para completarlo con la gastronomía francesa y española. Cocina gourmet. Acababan de introducir desayunos cuando empezó el desastre. Trataron de subsistir. El 30 de marzo publicaron que cerraban definitivamente; después, un video para explicar la decisión de sumarse al quédate en casa en forma indefinida “lo económico se puede recuperar, la salud no”. Un video conmovedor y triste.
Es en esas fechas cuando los restauranteros se unían al llamado de “quédate en casa”, por tu salud, pero agregaban el “no nos olvides”, al tiempo que ofrecían el servicio a domicilio sin costo.
Harnizo, un restaurante de reciente apertura, elegante y sobrio, experimentaban con un concepto fusión de la comida internacional con lo local.
Sorprendía a los comensales con comida espectacular, a la vista, al olfato y al paladar. Cada platillo, una obra de arte. Todo, absolutamente, estaba cuidado, el más mínimo detalle.
Cuando la crisis comenzaba a apretar más, el personal salió a la calle a invitar a los transeúntes a pasar. No fueron fáciles las semanas previas al cierre.
Un restaurante en las afueras de la ciudad, Don Juanito Huayápam. Si bien es la única sucursal que cerró, se diferenciaba de las otras. Ofrecía cocina oaxaqueña tradicional y su concepto era familiar. Se ubicaba a unos metros de las presas.
Tenía la ventana de un amplio estacionamiento, área de juegos infantiles, espacioso, ideal para mantener reuniones de negocios o amigos. Pet friendly.
Doba Yej. Tras varios años en San Felipe del Agua se habían mudado al Centro Histórico, en la calle García Vigil. Mantenían el concepto de gastronomía oaxaqueña y mexicana con productos frescos, orgánicos y del campo.
Retomaron el menú del día de tres tiempos. Fusiones nutritivas y deliciosas. La creatividad del chef, imparable.
El Covid-19 atacó al lugar, no sólo en lo económico, sino en la salud.
Es uno de los restaurantes más recientes en cerrar.
Nos enteramos también del cierre de Los Almendros. Un clásico en Oaxaca. Lamentablemente murieron sus fundadores tras el embate del virus.
Muy triste todo. Conocemos a muchos que perdieron los esfuerzos de toda una vida. Y no todo es culpa de la pandemia. Se suma el nulo apoyo económico y poca comprensión gubernamental, el mal manejo político en estos tiempos.
Ojalá esos que cerraron puedan volver a abrir, que los que se han mantenido a flote subsistan y puedan escalar, y que aquellos audaces que abrieron en estos tiempos, florezcan. ¡Éxito rotundo para todos!