Despertamos en Tlaxiaco, salimos de la cabaña y alrededor sólo se puede ver la neblina. Llovió toda la noche y ahora todo está mojado alrededor.
El aroma del bosque invade completamente nuestros cuerpos.
Tenemos un buen augurio de que recolectaremos muchos hongos esta mañana, así que nos apuramos, no queremos perdernos un minuto del día.
Nos encontramos con Belén y Sil en su casa. Sil ha preparado una sopa de hongos con quelites, pan tostado con aceite de oliva y un poco de té.
Después de la gozadera tomamos nuestras cosas y afinamos los últimos detalles, Richard (el fotógrafo del proyecto) es el conductor designado en esta travesía.
Emocionados, comenzamos el viaje hacia Ojo de Agua en Santa Cruz Nuncado, Tlaxiaco.
Habíamos estado hace un par de semanas, pero las condiciones eran otras, el bosque estaba seco y los hongos se encontraron a cuenta gotas. Ahora todo es magia.
Belen y Sil tienen un plan distinto, no sabemos mucho aún, pero la terea consiste en ir a recolectar hongos con recolectores de la comunidad, después, cocinar juntos.
El viaje es corto, quizás 30 minutos, el punto de encuentro es en la agencia municipal, ahí nos esperará Luis, su representante (en el viaje pasado hicimos un video sobre la producción de frutos rojos que encabeza).
Aunque el camino es corto la carreta está en malas condiciones, así que llegar es tedioso, pero estamos motivados, sabemos que cosas buenas van a sucedernos.
Al llegar a la agencia se nos unen varias mujeres, niñas y algunos adolescentes, con ellos recorreremos los emblemáticos bosques que tiene esta inmensa región del estado de Oaxaca.
No iremos lejos, pero conoceremos una zona “nueva”, nueva para nosotros claramente, todos se suben a la camioneta y emprendemos el camino hacia el bosque.
Paramos porque el lodo no nos permite continuar, y no queremos quedarnos atascados en la terracería, al bajar todos y reunirnos, Belén nos comenta que la idea es reconocer cuáles son los hongos comestibles que podemos encontrar en el territorio, así que la encomienda es buscar y de no tener conocimiento sobre alguno, preguntarle.
Se siente un ambiente motivante, mientras no empiece a llover.
¡Por fin! Empezamos el recorrido, a los pocos metros ¡bingo! Empezamos a encontrar amanitas, hongos de manteca, hongo de cal y muchas otras especies más.
Belén nos va explicando qué vamos encontrando, si se comen o no se comen, cómo es su oxidación, cómo viven, si son venenosos o no, si son mortales.
De pronto hace una reflexión que nos queda guardada en el alma “Todos los hongos son medicina”.
Sil se adelanta y va marcando la ruta, explica que no hace falta meterse al bosque profundo, porque a tan solo unos metros del camino tenemos ya un paraíso para descubrir.
Los recolectores de la comunidad van encontrando hongos a cada paso, su instinto nato los hace unos verdaderos sabuesos, encuentran hongos como por arte de magia
En realidad están ahí, pero nosotros no los vemos, entonces nos enfocamos en tomarles fotos, que para eso estamos aquí.
Después de un tiempo nos reunimos todos y Belén nos explica todo lo que hemos encontrado, las mujeres de la comunidad se quitan las dudas sobre especies que son muy parecidas entre sí, cómo distinguir si son comestibles o no, para eso están los expertos.
Aprovechamos para tomar fotos de todos y entonces Sil toma la batuta para la siguiente actividad.
Se trata de cocinar con lo que hemos encontrado y con los ingredientes que cotidianamente tienen.
Se les pide que busquen ingredientes de sus huertos y de sus cocinas.
Nos traen hoja santa, quelites, hortalizas, frutas como durazno y zarzamora, limón, granada, calabacita, chayote, verduras en general, chile y otros productos.
Ahora empieza el desafío, para eso Sil y Ángel son los encargados de motivar al grupo con recetas y técnicas novedosas para crear nuevos platillos, nuevos sabores con los ingredientes que están a la mano, con los hongos comestibles.
Se nos ocurre entonces crear una sopa, un ceviche, costaleros de hongos con hierba santa, un tipo chop suey, una salsa y un huesito en hoja de totomoxtle.
Algunas cosas generan dudas de cómo se van a preparar, pero todas y todos son sumamente participativos, la cocina se vuelve comunitaria y el punto de encuentro para conocernos.
Se dividen las tareas y se vuelve un juego mágico, un laboratorio de ideas y comunidad. Compartir la tabla y el cuchillo.
Alguien exprime el jugo del limón, mientras Luis prende fuego a su comal, alguien más lava los hongos, otros pican, extraen pulpas, tuestan las semillas.
No sabemos bien que va a resultar y quizás hay incredulidad en el ambiente, pero poco a poco los aromas empiezan a despertar nuestros sentidos, nos comienza a dar hambre y todo se clarifica conforme avanzan los procesos, mismos que los disfrutamos.
Luis bromea con Agustina de que Argentina ganó en el mundial, mientras algunas valientes se animan a probar el mate por vez primera.
Las recetas toman forma, el trabajo colectivo da resultados en un abrir y cerrar de ojos. Hemos cocinado, entonces limpiamos, organizamos y presentamos.
Algunas cosas les resultan raras pero no podemos juzgar hasta no probar, hacemos una reflexión de lo que ha ocurrido y de cómo podemos crear con lo que tenemos a nuestro alcance.
¡Hora de probar! Los vecinos de la comunidad prueban cosas nuevas, pero no son nuevas, porque son los mismos ingredientes que han comido toda su vida, solo que cocinadas con técnicas distintas, con formas diferentes, con nuevos olores.
Sorprendentemente todo sabe delicioso y todo se termina,
Viene entonces la parte más bonita de la actividad, lo que nos genera la reflexión, Sil comenta cosas importantes: Resalta la riqueza que se encuentra a las manos de la comunidad y como no se aprovecha al máximo.
Belén resalta que el trabajo de la recolección debe ser mejor recompensado, Luis agradece y se muestra sorprendido con los resultados.
En el colectivo hay una sensación de hermandad, porque al final los hongos nos unieron, la comida, la plática, las vivencias.
Valoramos lo que nos da la tierra, la importancia en la salud al momento de alimentarnos, la creatividad que nos hace ser humanos, la hermandad y la obligación de cuidar nuestros bosques, de compartir, de enseñar.
Llega el momento de despedirnos, sin antes una foto del grupo entero, bueno Richard no saldrá, pero estuvo grabando en todo momento.
La actividad de la Ruta de hongos en la Mixteca está por terminar.
Un día hermoso más al lado de Belén y Sil, grandes maestros mixtecos que viven a flor de piel la pasión por la vida, la pasión por los hongos,
La pasión por ser humanos en esta sociedad que cada día se aleja más de la humanidad.
Mucho que aprender y mucho por compartir.