Una de las culturas con más esplendor en México es la chocholteca.
Vestigios de la época prehispánica apuntan que, a mediados del siglo XV acudían al mercado de ese lugar, comerciantes de la Costa, del Golfo de México y del Altiplano Central, lo que es sinónimo de la importancia de este pueblo.
Ubicados principalmente en la Mixteca alta, la población disminuyó considerablemente después de la Conquista.
Con el andar de los años, la pobreza, marginación y, sobre todo, migración, ha disminuido considerablemente esta población, aun así, los chocholtecas han resistido, conservan su cultura y tradiciones.
Sin embargo, es de admitir que es, tal vez, una de las culturas que tiene más riesgo de desaparecer, por ejemplo, son contados ya los que hablan esta lengua.
Un grupo que participa activamente para rescatar la cultura y evitar que se pierda es Kalanca, que toma su nombre de una bebida mística y simbólica de la cultura chocholteca
Fuimos invitados a Gitsé, que significa: “cuando el pueblo se reúne para celebrar, y realmente fue una fiesta para resaltar los sabes de esta etnia.
Platicamos con El Kalulu y con Leslie González, el equipo que está a cargo del proyecto Kalanca, con la misión de mostrar parte de su cultura.
Leslie nos habló sobre la gastronomía oculta que existe en Oaxaca, “la etnia chocholteca es una de las 18 que tiene nuestro Estado y especialmente esta está en riesgo inminente de desaparecer”.
Kalanca es la bebida étnica que tratan de visibilizar, “el ingrediente principal es una planta exótica, una planta que forma parte de la etnomedicina del pueblo, tiene aromas muy particulares, muy herbales, es alcohol y su base es un ron”.
En el evento, además de dar a conocer la kalanca, fue una muestra de gastronomía, coctelería, música con un concierto en vivo de El Kalulu y obras pictóricas de Carlos Bazán, “todo esto se engloba o se hermana con la cultura chocholteca, es como la piedra angular de esta fiesta”.
La fiesta se celebró en el municipio de Tlalixtac de Cabrera, en la presa Las Azucenas, en el restaurante Los Charalitos, en el que se mostraron, “ciertos valores que los chocholtecas aún tienen presentes a través de la fiesta, celebrar la vida, celebrar los sabores, los aromas, la música, parte de lo que engloba la cultura de una etnia”.
El slogan de Gitsé era “una experiencia sensorial” y vaya que lo fue.
A cargo de la coctelería, estuvo Alejandro Espinoza, director de barras de Los Charalitos, preparó dos bebidas para el maridaje con la comida chocholteca.
“En el primer tiempo preparé Madre tierra, me inspiré en una de las canciones de El Kalulu, lleva Kalanca, un jarabe artesanal jugo de naranja, jugo de piña, un poco de cinzano y un bitter.
“En el segundo tiempo fue True a me, una palabra en chocholteca, que quiere decir te amo o te quiero (…) mi coctel va con Kalanca, un jarabe totalmente artesanal, un bitter de cardamomo, anís, jugo de piña y extracto de maracuyá, me inspiré por la parte de la reflexión de te amo, te quiero, notas dulces, aromáticas, cítricas y un poco amargas”.
Los platillos estuvieron a cargo del cocinero tradicional Rogelio García, quien presentó el mole de frutas, una ofrenda que se presenta en las principales festividades chocholtecas, como las mayordomías o las bodas.
Nos contó que de pequeño viajó a la región de Tamazulápam y convivió con cocineras tradicionales, donde aprendió la receta.
La entrada fue una quesadilla de masa de trigo con una salsa originaria de la región, que es molcajeteada con guaje.
El platillo principal fue el guisado de frutas, una salsa, que como su nombre lo indica, es con frutas y es con carne de cerdo.
De postre, utilizó una galleta propia de los chocholtecas, que se elabora con pulque y le montó una nieve de nanche amarillo de temporada.
La verdad es que fue toda una experiencia, para nutrir no sólo el cuerpo, sino el espíritu y el alma.