Visita a Tomate.Chocolate
Soy fan de la comida mexicana. Realmente disfruto mucho de la gastronomía en Veracruz, Puebla, Yucatán y diferentes partes del país.
Es impresionante imaginar en todas las comidas que tenemos, producto de nuestra gran diversidad geográfica, cultural y social, de nuestra historia y nuestro mestizaje.
Como oaxaqueño es difícil apreciar las gastronomías de otras regiones, pues siendo soberbios y humildes a la vez, con Oaxaca ya tenemos un mundo de sabores.
Sin embargo, tenemos que reconocer el legado cultural que existe en otros estados, donde la gastronomía ha sido parte y figura.
Por esta razón decidí ir a comer a Tomate Chocolate, había escuchado buenos comentarios por parte de diferentes personas, sabía que tenían algunas especialidades mexicanas. Una oportunidad para dejar a un lado moles, tlayudas y otras comidas oaxaqueñas pruebo con frecuencia.
El lugar se ubica en la colonia Reforma, en la calle Belisario Domínguez #322-B. No hay pierde, es sumamente sencillo localizarlo, a mitad de cuadra, frente a una pulquería.
Por fuera el lugar se ve modesto, pero una vez que prestas atención el mobiliario llama la atención, de pronto no sabes si es un restaurante o una tienda de diseño industrial (entre dadá y vintage)
Como sea, el buen gusto por la decoración es el primer gancho para entrar.
Un espacio amplio, con las mesas necesarias para que no te llegues a engentar. Cuadros, lámparas, diferentes mobiliarios, espejos. Un lugar ameno para querer estar un buen rato.
Al fondo tienen su jardín, un espacio al aire que te aleja de la cápsula de la mancha urbana. Sin embargo, ese día había probabilidades de llover, y aunque las mesas de afuera tienen sombrillas, prefería una mesa del salón.
Pronto me atendió Gustavo, quien junto a su madre, la señora Flor Santaella llevan el restaurante
Le explique a Gustavo que quería una buena entrada y su platillo más exitoso, que él me diera la sugerencia.
Claro, me recomendó unas cinco entradas y unos cinco platillos, seguro de que en su cocina no sólo tienen una sola cosa buena (hay unos meseros o anfitriones que a la primera se venden con una sola cosa)
Fue así que dentro de sus opciones, que eran varias, me decidí por el guacamole y por la cochinilla pibil, en la bebida me incliné por un par de limonadas de nombre “Coco – Limón»
Aunque suene común elegí el guacamole porque lo preparan en el momento, con ocho toppings, y de esas ocho me llamó mucho la atención el de plátano macho frito. ¿Guacamole con plátano?
Además de que siempre es muy buena opción comer un guacamole con textura, detesto que hagan el guacamole licuado con agua y los guacamoles insípidos.
Otro punto a mi favor por elegir guacamole es que no a todos les gusta el cilantro el tomate o la cebolla. Aquí tú le pones lo que quieras y lo que no, pues te lo comes aparte o lo dejas.
Por último, amo el aguacate, pensar en comerme unos tacos de cochinilla sin aguacate o guacamole, no, no, no es lo mismo.
La cochinilla fue fácil de elegir, cuando Gustavo me comentó que la preparan en un anafre de barro.
Marinan la carne de cerdo un día antes y la cubren con hojas de plátano.
Corrí con suerte, ese día preparaban la cochinilla, por lo que fui testigo del final de la preparación, cuando terminó su cocción el olor invadió todo el restaurante.
El horno donde lo preparan es único y es de un maestro alfarero oaxaqueño de nombre Aníbal Cruz Cabrera, originario de Asunción Ixtaltepec.
La bebida que pedí se trata de una especie de smoothie de limón con coco, bien frío y dulce.
El tiempo de espera fue el adecuado, mi apetito se abrió ferozmente.
Tuve la dicha de tomar unas fotografías mientras esperaba ansioso por la comida y por saber cómo sabría todo esto.
Al poco tiempo llegó Gustavo
Lo primero que hizo fue montar el molcajete del Guacamole con todos sus ingredientes, la pregunta de cortesía fue como lo quería.
Le contesté sin pensarlo – ¡con todo!
Y sí, afortunadamente para mí no hay un solo producto que no me guste. Así que quise probarlo bien, como lo preparan.
Afortunadamente al pedir un guacamole no hay mucho que perder cuando los aguacates están en su punto.
La experiencia de comerlo con plátano macho por primera vez fue increíble, debo aceptar que me sorprendió el resultado.
Fue una explosión de sabor que pocas veces había experimentado con un guacamole.
El montaje fue excepcional.
Al poco tiempo llegó la cochinilla y al instante mi mesa se llenó de un olor nativo de Yucatán. Viajé por la península con tan sólo deleitarme con el aroma
El plato bien llamativo por las rodajas de habanero y de platanito asado montado sobre una hoja de plátano me conquistó la vista.
Al instante y para que la comida no se me enfriara comencé la degustación oficial, lo de antes había sido sólo la entrada.
Inicie preparándome tacos, el mecanismo era sencillo: tortilla de maíz, guacamole de molcajete y cochinilla con sus respectivas rodajas de habanero.
El sabor fue sublime, el adobo de la cochinita tenía ese equilibrio entre el achiote y el jugo de naranja, todas las notas estaban perfectamente en equilibrio.
Pude notar cada ingrediente del aroma que todavía desbordaba el plato.
Me preparé tacos una y otra vez, hasta que me quedé sin tortillas, tuve que pedir un poco más
Entre los totopos del guacamole y las tortillas que me trajeron fui devorando paso a paso la cochinilla pibil de Tomate Chocolate hasta el final. En medio del atraco fui degustando la bebida de la casa, dulce, cierto, pero muy rica y con un sabor a pay de limón con coco.
Sin darme cuenta devoré y al poco tiempo ya me había terminado prácticamente todo.
En un abrir y cerrar de ojos ya no tuve espacio para poder pedir un postre. Realmente quedé satisfecho, quizá no comí tanto como en otras ocasiones, ¡Vamos, me conozco!, sé que normalmente puedo comer más
Sin embargo, debo reconocer que todo estuvo tan excepcional que incluso con la mirada mi estómago comenzó a alimentarse
Pedí la cuenta y me mostré muy agradecido por el servicio. Me pareció una cuenta razonable para toda la experiencia que resultó visitar el restaurante. Sin duda alguna un precio justo
Me despedí del personal y salí nuevamente a la estremecedora ciudad.
Al salir de la burbuja gastronómica en la que me había sumergido por un lapso de dos horas me sentí sumamente satisfecho.
Comí bien, en un lugar bonito de la colonia Reforma y ni siquiera rematé con postre, por lo que mi remordimiento no fue tan grande.
No cabe duda que Tomate Chocolate es una gran opción para hacer un pequeño recorrido por la gastronomía de nuestro país.
Me quedo con ese buen sabor y es indudable que regresaré para deleitarme con esos platillos que no elegí para probarlos en otra ocasión.