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El reencuentro fraternal en El Almacén Apazco

“Entre los áridos paisajes y senderos de la mixteca, existe una bebida escondida, creadora de magia y de vida”

Yolanda Peach | Leche con tuna

El camino se antoja largo, pero no lo es en realidad. El Almacén, perteneciente al municipio de Santa María Apazco, en el distrito de Nochixtlán, el contraste entre la “pobreza” de la zona y la riqueza cultural y de su gente.

Una agencia que poco a poco se ha quedado sin pobladores, que buscan alternativas económicas en otros lugares, y que, previo a la fiesta de San Isidro Labrador, vuelven para participar en el Festival del Pulque Mixteco, el Maguey y sus derivados.

Juan Carlos Rodríguez, uno de los fundadores del Festival que nace en mayo del 2011, retrató la realidad de El Almacén.

“Es un pueblito que carece de agua, no tenemos fuentes de agua, el agua la transportábamos a través de burros. Hay que caminar dos o tres horas para poder traer 40 litros y otra vez volver a regresar por esos 40 litros”.

Llega el momento o días en que se secaba el pozo. “El maguey es una planta endémica que se explotaba para el consumo local (…) nuestra bebida era el aguamiel y el pulque, se cocinaba con el pulque, había un tiempo en que se decía: vamos a comer pulque, porque no había agua, se elaboraban guisados con aguamiel y pulque, salsas, atoles. Toda esa historia viva ha existido, ha estado ahí”.

Las pocas oportunidades de crecimiento educativo y profesional, llevan a los jóvenes a salir del lugar. “La pobreza que impera, la desigualdad, nos ha obligado a migrar”.

Una petición que marcó la vida de Juan Carlos, durante una visita a El Almacén, fue la petición del difunto Martín, uno de los pobladores, a quien saludó antes de partir: “Hijo no seas malo, cuando regreses a México dile a mis hijos que estoy bien, porque no han venido, no vienen. Es una frase que te pega: dile a mis hijos que estoy bien”.

Lo llevó a reflexionar sobre el contexto de su tierra, “los hijos se van y no voltean, la falta de recursos y de oportunidad te ahuyenta, migras por el bienestar de tu familia y de tus hijos”.

Lloró al darse cuenta de la situación de los abuelos, de las mujeres, de los que se quedan, “las personas que crecimos aquí nos queda ese gran amor al pueblo, a la tradición. Al estar lejos me siento incompleto, tengo que venir a equilibrar las energías”.

Es así como se aterriza la idea de crear un evento que sea una reunión para los que se fueron, para invitar a los pueblos circunvecinos y a los que quieran conocer sobre esta bebida prehispánica.

Una fiesta en la que todo el pueblo participa, desde la mayordomía para dar a comer a los invitados, los productores de pulque, los que crean artesanías con los derivados del pulque.

Tras suspender el festival por la pandemia, se retomó este octavo festival, que inició con un evento deportivo: circuito de cuatro kilómetros para ciclistas en las categorías libre varonil, libre femenil, principiantes y locales, así como un torneo básquetbol.

En la parte artística, participaron Miguel Alvarado, César Rafael, Andrea Santiago, Jonathan Clemente, Emilio Cuanalo, Fernando Ramírez González, Alberto González Quintero, Frida Eréndira Santos Reyes, Diana Hernández Roque, Alexandro Gómez José, Carlos Santa Cruz, Pablo Fercruz, Eric Pozos, Cocotzin Prieto y los colectivos Ser, Zamer, Orquídea Cinco vocales, en la exposición de la carpeta gratica El Maguey y sus derivados.

“Contar con la herencia del agave pulquero de donde se obtiene el elixir de los Dioses es hablar de mito y realidad, de amor y desamor, y un sinfín de historias que se narran con sabor a pulque”.

Los artistas plásticos, reunidos en el colectivo Arte Mixteca, se inspiraron en los usos y costumbres de la región para trabajar para la misma comunidad, “queremos construir una sociedad en la que la cultura y el arte sean visibles e indispensables para todos”.

Reconocen que el pulque conserva, en la actualidad, el ser una bebida sagrada, mágica y mística, que aún se emplea en ceremonia a la madre tierra para ofrendar la siembre y la cosecha, una herencia que plasman en sus lienzos como testimonio para la humanidad.

Desde Asunción Nochixtlán llegó el grupo de danza para interpretar algunos bailes de la Guelaguetza: el jarabe chonteco, los sones de Tamazulapam mixe, el jarabe mixteco, la flor de piña, las chilenas de Putla.

Teatro, música con el cantautor Juan Martínez, bandas de música que amenizaron los bailes donde participaron todos los asistentes.

Participaron 15 productores de pulque, quienes también llevaron comida típica, como barbacoa, tacos de tortilla de trigo con cecina, chorizo o tasajo, enfrijoladas, dulce de trigo, agua de chilacayota.

Se degustó del pulque, el aguamiel, tepache, curados de pulque de mango o frutos rojos preparados por la pulquería Uvi Ido y hasta nieve de pulque que envió la nevería La Oaxaqueña.

Los mayordomos, tras inaugurar el Festival y recibir a la calenda, ofreció a todos los asistentes, carnitas de cerdo, ensalada de nopal y frijoles, acompañados de tortillas.

Tras finalizar la Guelaguetza, el jurado calificador, que probó todos los pulques que ahí se presentaron y que calificaron color, aroma, consistencia y sabor, premiaron a los ganadores. Se les obsequió mezcal artesanal Casa Savi y dinero en efectivo.

El festival, a decir de Juan Carlos Rodríguez, ha logrado, entre otras cosas, certificar el nombre del pueblo, “queremos recobrar nuestra identidad, rescatar nuestra cultura y generar una vía, un mecanismo para reactivar la economía y evitar la migración de nuestra gente, atacar la pobreza y la desigualdad”.

“Muchos tuvimos que migrar, pero se ha quedado nuestra gente esperanzados de nosotros y aquí estamos para jalarlos y llevarlos de la mano”.

A lo largo de estos 11 años el resultado es el deseado, desde las visitas que nunca esperaron volver a ver, hasta las sonrisas de los que se quedaron.

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