Una tradición que se ha ido acentuando con los años, es la que está mezclada con otra, de origen celta, en la que se usan máscaras y disfraces para evitar que los espíritus malignos dañen a los seres humanos.
En México, las almas se veneran y se alienta su visita con las festividades del Día de Muertos. Una celebración que honra la vida de los seres queridos, a quienes se recibe con emoción y alegría.
Como buenos mexicanos, se adoptó la fiesta, pero mexicanizada, se retoma la invasión cultural norteamericana, que festeja el Halloween, para vestirse de catrinas.
La cercanía de México con Estados Unidos no podía pasar desapercibido. Los disfraces conviven, en la actualidad, con las tradiciones mexicanas centenarias.
A diferencia de Estados Unidos, no se disfraza para provocar miedo. Una catrina inspira respeto y veneración. Sólo el mexicano consigue que la muerte se vea tan bien.
Al contrario del Halloween, que está envuelto en la oscuridad, el Día de Muertos es una fiesta de color.
Esta fiesta se vive en las calles, en las casas y en los cementerios.
Y en Oaxaca es una fiesta multicolor, con disfraces, desde sencillos hasta los más sofisticados, acá se celebra, más que a la muerte, a aquellos que partieron y a quienes recibimos de vuelta para convivir un rato y festejar lo que significó su vida.