La singular decoración de este pan expone muchos de los símbolos que enmarcan la tradición del Día de Muertos.
Los primeros panes de muerto se elaboraron con harina de trigo. Se decoraban con azúcar pigmentada de color rojo en alusión a la sangre que se ofrendaba en los rituales prehispánicos.
Antiguamente tenía una connotación religiosa. Era percibido como un alimento sagrado; sin embargo, después de la conquista de México y como parte del proceso de evangelización, los frailes españoles utilizaron algunos símbolos de la religión prehispánica para inducir la conversión de los indígenas al cristianismo.
Se corona la parte central con una protuberancia que representa el cráneo de un esqueleto del que se desprenden cuatro canelillas o hileras de pan en forma de huesitos; dichos huesitos se colocan en forma de cruz y simbolizan los cuatro rumbos del universo en la cosmogonía prehispánica.
En cuanto a la forma circular del pan, se cree que es una representación del ciclo constante que transcurre entre la vida y la muerte.
El pan de muerto tiene un doble significado. Por un lado, representa la cruz de Cristo; por otro, las tiras sobre la corteza representan los huesos y el ajonjolí, las lágrimas de las ánimas que no han encontrado el descanso.
Las variedades de pan de muerto dependen mucho de su lugar de procedencia.
Nosotros fuimos a la panadería Dulce Nombre, en Zaachila, una población donde la peculiaridad de este pan es que es adornado.
Nos contaron que casi dos meses antes, hacen las caritas. Esas se forman sólo con harina. Hacen moldes diversos, de mujeres, hombres, niños, bebés, Cristos, dioses aztecas, reyes aztecas, calaveras. Los dejan secar al sol.
Después es el trabajo más delicado. Con unos pinceles finísimos comienzan a pintar las caritas.
Previo a las festividades comienzan a hornear el pan. El arte está en la decoración, cada panadero le da su toque, se forman tiras de colores para hacer flores, hojas, tallos, canastas y cuanto se les ocurra. El resultado es fantástico y da al pan un colorido singular.
Este pan es uno de los más socorridos en el altar de muertos en Oaxaca, que conserva la tradición de honrar a sus antepasados.
