Intercambio gastronómico en Yagila
Un camino insólito
El pasado fin se semana el equipo de Leche con tuna y un servidor fuimos a San Juan Yagila, el motivo era documentar el proceso de una bebida alcohólica de la región que se llama Chingre (muy pronto les compartiremos la información).
Fuimos invitados por Moisés Ramos García, ya que él y su familia forman parte de los cinco productores de este destilado de la caña.
Nos encontramos en el monumento Benito Juárez y partimos rumbo a Ixtlán, una vez pasando Ixtlán a 15 minutos tomamos una desviación a mano derecha hacia Yagila, de ahí recorrimos aproximadamente 3 horas y media para llegar a la población.
El camino fue hermoso, pasamos por distintos paisajes surrealistas que jamás imaginamos que se encontrarían en nuestro estado, por momentos parecía que atravesábamos escenas del Laberinto del fauno, entre lluvia y neblina paramos en reiteradas ocasiones para admirar la naturaleza y recolectar zarzamoras silvestres que se encontraban en el camino de terracería.
El viaje valió la pena, en nuestra mente jamás se borrarán esos pasajes. Llegamos a Yagila y nos instalamos en la casa de Moi y Heidi (su esposa), una vez ahí conocimos a sus hijos, sus hermanos, a la abuelita, así como a don Wilfrido y a su esposa.
El regreso a nuestros orígenes
Nos recibieron como si fuéramos parte de la familia, al llegar nos sirvieron frijoles negros criollos y orgánicos a la leña, una salsa de tomate en molcajete, quesillo, tortillas a mano y para tomar, un rico café con panela.
Pudimos deleitarnos con cada nota en el paladar, el sabor de leña, el sabor de unos buenos frijoles, del maíz, era como volver a nuestros orígenes.
Realizamos un recorrido por la tarde y en la noche nos complacieron con el tradicional pan de la región.
A la mañana siguiente desayunamos arroz con huevo, pero no cualquier huevo, eran huevos criollos y se notaba, tortillas a mano y café con panela.
Durante nuestra estancia comimos salsa de huevo, caldo de guajolote y pancita.
Lo verdaderamente increíble para nosotros era que todo era orgánico y autosustentable, comíamos en la mayoría los productos que ellos mismos cosechaban, era una ilusión citadina, pensé en toda esa gente que sueña con tener su huerto en casa y comer sus propios alimentos, en Yagila es la historia de todos los días, la tierra, el clima y el trabajo de su gente hacen esta fantasía urbana posible. Una calidad de vida interesante, ¡y pensar que creemos tener todo en la ciudad!
Antes del desarrollo rural, de las carreteras, de la tecnología y del internet, nuestros pueblos originarios vivieron así… en comunidad, y lo que esto significa, me dio tristeza pensar “en nuestra sociedad” y en el tipo de vida que vamos adquiriendo y en todo lo que hemos ido perdiendo sin darnos cuenta.
En Yagila aún tienen esta esencia, quizás algún día la pierdan, pero por ahora se conserva en su mayoría, por eso era como volver al pasado, a la leña, a la cosecha, a la unión, a la comunidad, a los valores familiares, a comer en familia, al respeto por nuestra naturaleza, un regreso a nuestro origen.
La pizza al comal
En algún momento surgió una pregunta por parte de nuestro amigo Moisés, si era posible que hiciéramos pizza, su pregunta era bien fundamentada, ya que en el recorrido viajamos dos cocineros, mi gran amigo y colaborador del portal, Mauricio Bustamante, así como su servidor. El problema para Moi es que no contaba con un horno y que quizá tampoco encontraríamos los ingredientes necesarios para una pizza italiana.
Rápidamente le dije que era posible hacer pizza al comal, pensé en hacer un tipo grande de pan pita y cocinarlo, una vez cocido gratinar el queso con la salsa y los ingredientes que tuviéramos al alcance. La idea quedó en el aire y la sutil promesa en la mesa.
Platiqué con Mauricio en la noche sobre la idea y de cómo podíamos realizarla, pero a ciencia cierta no sabíamos si lo desarrollaríamos por cuestiones de tiempo y de logística, cayó la noche y nos dormimos.
A la mañana siguiente realizamos nuestra misión, documentamos El Chingre.
Volvimos a la casa de la familia Ramos, que ya para entonces la sentíamos como nuestra familia.
Comimos como desesperados una deliciosa salsa de huevo que preparó Heidi y la abuelita.
Después ayudamos a preparar la pancita que en la noche se daría en un compromiso que ya tenían.
Una vez que terminamos de ayudar a picar todo fluyó para que emprendiéramos la pizza.
Conseguimos levadura, harina de trigo, quesillo (en lugar de mozzarella o gouda), calabacita (en lugar de zucchini) y un poco de jamón
Ellos tenían tomate, cebolla y ajo.
Empezamos, Mauricio se la rifó con la masa mientras yo preparé la salsa y salteé la cebolla con la calabacita.
La masa leudó por media hora al lado de la parrilla de leña. Una vez que estuvo, estiramos 4 pizzas tamaño familiar y pre cocimos la masa en el comal.
Una vez con la masa pre cocinada armamos la pizza con la salsa tipo pomodoro, la calabacita con la cebolla, el jamón y el quesillo.
¡Lo logramos! Hicimos pizza al comal, no era la pizza típica de Nápoles o de Roma, no tenía el mejor queso para gratinar, era un híbrido al final de cuentas, era una nueva pizza serrana al comal de leña, durante toda la elaboración la familia intentó prestar atención, creo que el que más atención puso fue don Wilfrido, el papá de Moi.
Más tarde, Mauricio detalló la receta que empleamos y se la dejó a Iván (hermano menor de Moi) Esperemos que pronto la preparen de nuevo.
La felicidad está en compartir
Una de las cosas que más me marcaron en esta experiencia fue cuando Alí, el hijo de Moi, nos dijo en reiteradas ocasiones: “No me gusta, ¡Me encanta!”
Eso llenó nuestros corazones de dicha y felicidad.
Toda la familia comió pizza, sabemos que no es la comida más gourmet o la que más hubiéramos querido preparar, pero era lo que ellos deseaban. Y por un momento pudimos regresar a ellos un poco de la felicidad que ya nos habían regalado al tratarnos y atendernos como si fuéramos parte de ellos.
La comida es unión y convivencia, eso nos deja un tajo en nuestros sentimientos en saber que hoy en día estamos perdiendo esas costumbres, el sentarnos en la mesa en familia a disfrutar, a saborear, a agradecer, a colaborar.
La indiferencia nos está alejando cada día más como familia y como comunidad. Preferimos muchas veces ir comprar comida hecha, muchas veces de mala calidad y dejamos pasar esos momentos de antes, donde todos se reunían para cocinar y para comer. Los tiempos están cambiando y cada vez valoramos menos la reunión entre nosotros.
Quiero agradecer a Moisés por abrirnos la puerta de su casa y dejarnos compartir con toda su familia el pan, el café, las historias, el chingre, las risas, las caminatas, y todos esos momentos hermosos que jamás olvidaremos. Decirle que más allá de lo que fuimos a realizar, volvimos con este legado que es el rescatar la comunión entre las personas que decimos amar.
Gracias de verdad
Espero hagan más pizza y podamos ir de nuevo a cocinarles otros platillos.