Por más restaurantes bistro en lugares distintos…
Escuché en varias ocasiones sobre La panadera y el chef.
Un restaurante en el corazón de El Rosario.
Por la lejanía de la zona donde vivo no los había visitado y no sabia mucho del lugar. Escuché que horneaban pan casero ahí mismo, que el café era bueno, que tenían un menú distinto cada día y que el lugar era pintoresco.
Así que se dio: lluvia, descontrol social en el centro de la ciudad, controles policiales pre elecciones, descontrol en mis horarios alimenticios, en fin, siendo aproximadamente las 4:30 de la tarde me decido ir a comer.
Las circunstancias urbanas y de mis deberes cotidianos me arrojaron por detrás de la UABJO, a lo lejos se veían esos carteles luminosos de Burger King y de KFC. ¡Ja! Se antoja, pero un chef no puede hacerse eso, claro que uno lo piensa… y entonces para no pensarlo tanto mejor aceleras… Salgo a Camino Nacional y no tengo idea a dónde ir, en eso recuerdo que estoy cerca de El Rosario, lugar que en verdad conozco poco. Recuerdo entonces a La panadera y el chef.
Finalmente llegué, el lugar como me lo describieron, lindo y acogedor, mesas largas, en la entrada una vitrina con su famoso pan, sillas vintage y un montón de plantitas, todo un concepto bistro, entre cafetería, restaurante y casa de té.
El modo de mostrar el menú me pareció chistoso, el mesero trajo una pizarra donde venían las opciones del día, eran cinco:
Ensalada de pollo con aderezo de frambuesa ?Crema de papa con tocino ?Torta de chuleta ?Spaguetti strogonoff ?Tacos de arrachera
Quería algo contundente y como la verdad seguí pensando en la comida rápida detrás de la UABJO mi mente me jugó chueco y elegí la torta de chuleta, aprovecho y pruebo el pan, pensé.
Sé que suena a pretexto…
Aparte del mesero modelando el menú nos ofrecieron una carta donde venían las bebidas, elegí un “Tamarindo mineral”, fresco, ahora si que “pal calor”.
El tiempo de espera fue poco, como protocolo la bebida llegó mucho antes, ni bien la probé tuve que parar, era demasiado dulce y concentrada, así que pedí un vaso de agua con hielos, tomé un poco y la mezclé, del jarabe se hicieron dos vasos aun con cierto grado de dulzura, lejos de molestarme, lo vi como una ganga, un dos por uno en bebida, claro que deben de tener cuidado con pasarse de la mano con el azúcar, ya hay muchos diabéticos en nuestra sociedad.
Enseguida llegó la torta. ¡Pff! Se veía monstruosa, las acompañaban unas papas caseras estilo gajo con paprika, la verdad de sólo verla se ganó un 10, moría de hambre, la sola mirada me había conquistado, aguacate, tomate, quesillo fundido, chuleta ¿empanizada? Bueno, había que probar y el pan una clase de ciabattta bastante buena. A todo esto, un aderezo de chipotle, estilo mayonesa de botanero, todo bien, pero para mi gusto tenía demasiado, va… un pequeño detalle.
No llegué al postre obviamente, es más, ni siquiera pude terminarme la torta, no soy de los que suelen dejar algo, pero entre las papas y las aguas de tamarindo ya mi estómago no podía.
Menú de entre 90 y 150 pesos más bebidas…. Bien servido, rico, con un concepto bistro en el medio de El Rosario,¡qué interesante tener un lugar así por ahí!, donde nadie moleste y donde puedes comer tranquilo.
Logró su cometido, ¡volveré! Seguramente a desayunar y probar qué tal están sus panecillos, pero la reflexión que la visita al lugar me trajo fue que en cualquier colonia, en cualquier lugar, si uno hace las cosas con dedicación, con buenos productos, con buen concepto, las cosas marcharán bien. La gastronomía recompensa la dedicación de quienes con cariño la vuelven una forma de vida día tras día. Me dio gusto que en todo momento no dejó de rotar gente en el lugar, seguramente por las mañanas está a explotar.
Es bueno salirse del centro, de la colonia Reforma y de toda las zonas comerciales para ir a un buen restaurante, no importa la ubicación en donde esté. Los clientes llegarán cuando el lugar sea bueno y aunque a algunos nos quede bastante lejos, también volveremos.
Por más lugares así.