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De lavaloza a chef, la historia de Valeria del El Toro y la Luna

 Yolanda Peach | Leche con tuna

Valeria encontró su hogar en la cocina de El Toro y la Luna. Junto al chef Miguel Ángel Ávila Arjona, escribe su propia historia: comienza en los humildes fogones de su abuela en Xoxocotlán.

La vida de Valeria Jazmín Sibaja Martínez no siempre fue fácil. De recién nacida, su padre partió hacia Estados Unidos con la esperanza de forjar un futuro mejor para su familia. Cuando ella tenía apenas tres años, su madre lo siguió, dejándola al cuidado amoroso de su abuela Julia Martínez Gómez, una cocinera tradicional cuyo talento es conocido en todo el pueblo, “ella cocinaba en las fiestas”.

Desde pequeña, Valeria se subía a un banquito para observar a su abuela trabajar, inmersa en el mundo de los moles y guisos que llenaban la casa de aromas y promesas de sabores.

«Mi abuela me enseñó a no tener miedo del fuego», recuerda Valeria. Las manos arrugadas de Julia, moviéndose con destreza y precisión sobre los ingredientes, dejaron una impresión duradera en su nieta. Cada platillo que era una lección de amor, paciencia y dedicación.

Los años pasaron y, al llegar a la preparatoria, Valeria se reunió con su madre, que regresó de Estados Unidos después de construir la casa soñada en Xoxocotlán.

El ejemplo de sacrificio y trabajo arduo de sus padres caló hondo en ella. Decidida a ser independiente, comenzó a trabajar desde joven, encontró su primer empleo como lavaloza en un pequeño restaurante llamado La Tlayuda, en Plaza Santo Domingo.

«Me decidí por esta carrera de gastronomía porque hace años que comencé a trabajar, siempre me gustó ser independiente».

Su dedicación y talento pronto la llevaron a ser promovida a la barra, donde comenzó a explorar más a fondo el mundo culinario. La oportunidad de trabajar en Praga como mesera otro punto clave. Allí, por primera vez, sintió la presión de un restaurante lleno. Fue entonces cuando decidió formalizar su pasión por la cocina y se inscribió en la Universidad Tecnológica de los Valles Centrales de Oaxaca.

Durante sus estudios, Valeria no dejó de trabajar. En Los Chavales, se especializó en panadería, mientras horneaba y vendía galletas en la escuela para ayudar a financiar su educación.

«Vengo de una familia de comerciantes, de negociantes y le aprendí bastante», explica, recordando las lecciones de trabajo duro que recibió de su familia.

El mole, es el platillo que le recuerda a su abuela. La dedicación y el amor por la cocina que le inculcó se reflejan ahora en cada platillo que crea. «Soy una persona que desde muy joven he sido muy muy emprendedora, tengo muchas ganas de aprender y de seguir en este camino para luchar por mis sueños».

Ahora, en El Toro y la Luna se especializó en repostería y el área de barra, perfeccionando su técnica y creatividad. «Me siento muy orgullosa de mi strudel, es uno de los postres que más le gusta a las personas que han tenido la oportunidad de venir al restaurante. Lo hacemos desde cero, con una harina sin blanquear de muy alta calidad, y un relleno con insumos de primera. Es un postre que me encanta y que representa el cuidado y la dedicación que pongo en cada uno de mis platos».

«Lo que más me gusta es el final de mi platillo, verlo emplatado, cómo llega a la mesa del comensal y la reacción. El que me llamen y me digan ‘chef, su platillo estuvo delicioso’, eso me llena y me hace muy feliz».

El Toro y la Luna, un restaurante de cocina de horno, comienza a brillar por sus procesos e ingredientes, todo elaborado en caso y con los mejores proveedores, para llegar a grandes resultados. Un proyecto que ha crecido y ahora estrena ubicación en el interior de Colón 612, en el centro de Oaxaca.

Valeria inspira a las nuevas generaciones de chefs a perseguir sus sueños con persistencia y pasión. «Les diría a los chicos que están a punto de iniciar este camino en la carrera de la gastronomía que persigan sus sueños, que sean persistentes y que luchen por lo que quieren».

Se mira a sí misma como una persona fuerte y decidida, alguien que lucha por lo que quiere y que, ante cualquier adversidad, encuentra en la cocina el refugio y la motivación para seguir adelante.

Con su espíritu emprendedor y su amor por la cocina, lleva consigo el legado de su abuela y el ejemplo de sus padres, demuestra que, con pasión y dedicación, los sueños se pueden consolidar.

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