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Un panqué de nuez para papá

Yolanda Peach

El panqué de nuez me sabe a papá.

Es indudable que uno de los sentidos que más trae a la mente recuerdos, anécdotas y vivencias, es el del gusto.

Regalarle a mi papá, ya sea en su cumpleaños o el Día del Padre, un panqué de nuez, de esos que prepara Quemen, era garantía de éxito.

Llegó a pasar que alguno de mis hermanos avisaba que se lo regalaría, así se evitaría que ese día tuviera cuatro deliciosos panquecitos recién salidos de Quemen.

Mi papá era quisquilloso con la comida, si no le gustaba, simplemente no se la comía, en especial, si se trataba de panadería y repostería.

“Cuando compres pan, siempre escoge uno que te guste, no pienses en los demás, porque si nadie se lo come, por lo menos tú lo disfrutarás”, era su máxima respecto al arte de elegir qué pieza llevar.

Sincero al 100 por ciento. Si llevabas un postre y no le agradaba, te lo decía sin tapujos. “¿Qué calificación le pones?”, era la pregunta obligada cuando cataba el pastelito. Ni siquiera recuerdo un 9, era rudo para evaluar.

En casa donde no hay pan, pocas cosas se dan, dice el refrán. Lo cierto es que podría faltar cualquier cosa, menos una rica pieza de pan.

Mesa sin pan, ni ejército ni capitán. Al anochecer, en los últimos años, alguno de sus nietos lo acompañaba a comprar pan para la merienda, porque eso sí, lo acompañaba con una taza de café con leche.

Su gusto por un panqué de nuez, de Quemen, o cualquier otra pieza realmente rica, era tanta, que hasta tenía un escondrijo. Todos lo conocíamos, pero nadie se atrevía a sacar su tesoro de ahí, a menos, obvio, que él mismo lo sacara y te convidara.

Y como No hay panadero que hable mal de su pan llegó a ponernos de apodo, el nombre de uno: Hojaldra, concha, chilindrina, mamón.

No estamos ciertos cuál fue la mezcla exacta en la educación que nos dieron nuestros padres, pero si algo tenemos en común, es que todos trabajamos de sol a sol, y es que el Pan ganado sabe a gloria, y si habláramos de nuestras profesiones y el éxito que obtenemos, casi siempre nos jactamos que es Pan comido.

Y regresando a mi papá, les contaré que era Tan bueno como el pan. Risueño, aunque a veces parecía niño. Mi mamá no lo confesó, pero definitivamente, era su consentido.

Sus bromas, chistes y, sobre todo, las risas, eran El pan nuestro de cada día.

En fin, no me alargaré, porque bien dicen que Quien hambre tiene, en pan piensa, así que hoy extraño en especial a papá.

Murió el pasado noviembre. Acaba de pasar su cumpleaños, y seguro, habríamos ido a Quemen por su panqué de nuez, que habría disfrutado bocado a bocado, y es que ahí tienen un toque especial en su panadería y repostería, pero éste en especial, es único. Un sabor realmente exquisito, agradable a todos los sentidos.

Esta mañana quise hacerle honor a mi papá, pasé por Quemen y no dudé en entrar por un panqué de nuez, porque inevitablemente lo recordé al sentir ese aroma tan peculiar, así que a darle, porque Las penas con pan son menos.

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