Una fiesta donde el dar y la tradición culinaria se unen en un legado mágico
Una celebración que inició en el siglo XIX y que año con año va refrescándose para darle sabor a esta tradición única en el mundo, la Samaritana.
Se festeja cada Cuarto Viernes de Cuaresma y aunque tiene un fondo religioso, se ha convertido en parte de la cultura de la ciudad de Oaxaca.
En esta fecha, en los atrios de los templos, en las escuelas, los mercados, las oficinas de gobierno, los comercios e incluso en las casas particulares, regalan agua de frutas a los transeúntes que pasan, en muchos de estos lugares, también obsequian nieve típica oaxaqueña y dulces regionales.
Los sabores que no pueden faltar: de chilacayota, horchata de arroz con trocitos de melón y nuez y de jamaica; se unen otros, como naranja, limón con chía, manzana, zapote, tamarindo. Se sirve en vasos, jícaras o cuencos.
La Samaritana hace referencia a un pasaje bíblico y punto clave de la Cuaresma. Relata el encuentro de Jesús con una mujer de Samaria. Un pueblo con los que los israelitas no hablaban, no bebían de sus vasijas que eran consideras impuras y encima de todo, no conversaban con las mujeres.
Sin embargo, Jesús se acerca a la joven, quien en ese momento está en un pozo y le pide de beber; de ahí, conversa con ella y logra un cambio en su interior, tal es así, que ella se regresa al pueblo a platicar lo sucedido. Y precisamente, la Cuaresma es una época para hacer introspección.
Se cree que la Iglesia Católica, en un afán de evangelizar, representó esta escena en la ciudad y al terminar, se obsequió agua como símbolo del mitigar la sed espiritual.
Poco a poco, la tradición fue adquiriendo matices y los pobladores la volvieron parte de su cultura; aún en día, se sigue escenificando la escena cristiana, se simula un pozo y en muchos lugares, representan el pasaje bíblico.
Sólo que al pozo se le han agregado algunos toques muy oaxaqueños, como el adorno con flor de bugambilia, hojas picadas y los que participan regalando agua, visten trajes típicos de Oaxaca. Se procura que el agua esté en ollas de barro y utilizar jícaras para servir.
Una forma de ir introduciendo esta tradición, es la que organizan en las escuelas, donde incluso se premia la mejor escenografía y el agua más sabrosa; al igual que en algunas dependencias de gobierno, donde igual se realizan concursos.
Los comerciantes se unen a la tradición para obsequiar agua afuera de sus negocios y aprovechar para que entren a observar los productos que ofrecen; en hospitales, mercados y hasta en casas, se pone la mesa adornada de flores y encima el recipiente con el agua de sabor.
Desde hace un año, se hizo un llamado a que, quienes quisieran agua, llevaran su vaso reutilizable, en un intento por frenar la contaminación con desechables.
Se trata de una festividad que ya forma parte de la cultura en Oaxaca, donde convergen colores, sabores y matices gastronómicos, fiesta y alegría, y sobre todo, que reafirma el dar de los oaxaqueños al mundo.
En esta ocasión fue diferente, en años anteriores , oaxaqueños y visitantes salen a las calles a probar las aguas, nieves y dulces que se ofrecían. Se forman para pedir agua y degustar los distintos sabores, en un ambiente de alegría y candor. Ahora todo fue distinto. La pandemia del coronavirus hizo consciencia en muchos oaxaqueños para evitar actos masivos.
Inició con el aviso del Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, que canceló el evento que se realiza año con año en el Andador Turístico; después se unieron las oficinas públicas, donde incluso hacen concursos sobre el agua más rica o el mejor adorno, en éstas, también cancelaron, las escuelas no tienen clases, así que tampoco; en los negocios y comercios donde ocasionalmente brindan agua, en esta ocasión lo dejaron para otro año, que vengan tiempos mejores.
Aunque con poca afluencia y pocos puestos, en templos y negocios, se siguió, aunque de manera simbólica, la tradición.