Un martes y no cualquiera, justo en este día cumplía años mi novia. Realmente no habíamos pensado en algo en concreto, casi un mes antes acordamos que el festejo sería en fin de semana para ajustar nuestros tiempos y disfrutar con los amigos.
En el último momento decidimos que la fecha no pasara inadvertida e ir a cenar. Casi daban las ocho de la noche, así que una reservación a esa hora no era opción.
Tras recorrer varias colonias de la ciudad con la esperanza de encontrar “el lugar nuevo y perfecto” que no encontramos, definimos que sería una pizza, pero en un lugar poco común.
Recordamos una pizzería en el barrio Jalatlaco, casi a una cuadra del templo, Pisa Pizza.
Al entrar el ambiente era bueno e inmediatamente, como acostumbro, fui a lavarme las manos, esta sensación de tener las manos sucias para un chef no es nada agradable.
Al volver me encontré al mesero atendiendo y dejando el menú.
Cuando lo vi me desanimé por completo. Estaba más sucio que los trapos de la cocina, parecía que había pasado por todas las manos del metro de la Ciudad de México durante una semana y nadie había sido capaz de pasarle un trapito, al menos.
Inmediatamente mi percepción del lugar se volvió aún más crítica de lo normal.
Pedimos dos pizzas, una de higos con queso de cabra y la otra de cuatro quesos. Ella ordenó un Clericot y yo, que moría de sed, una cerveza.
El servicio fue normal, parecían no estar entusiasmados de recibir clientes tan tarde, pero nada nos hizo falta.
Había buena música hasta que pusieron algo completamente popero, no tengo nada contra el pop, pero el ambiente del lugar era otro, pizzas, vinos, pastas, luz tenue. Moenia, para ser específicos, desentonó la misticidad que proponía el lugar.
La comida me pareció bastante aceptable, el pesto, la salsa italiana. Como sugerencia les diría que los higos estaban demasiado caramelizados, por lo que su sabor tan dulce me terminó empalagando, la otra pizza bastante buena, con un predominio del queso azul, que a mi gusto era bastante buena.
Al final no pedimos postre, quizás exageramos con las pizzas pero nuestra hambre era bastante, el Clericot dejo bastante qué desear pero nada que arruinara la cena.
Finalmente el precio fue bastante económico, sin duda es un buen lugar para ir a cenar con la familia y amigos, la ubicación es increíble, seguro les daría una segunda oportunidad porque hay cosas por mejorar. Como en todo establecimiento se busca la excelencia en el servicio y en la calidad de los alimentos, parece que van por buen camino.
Resaltar esos pequeños detalles para un restaurante que parece querer ser grande, el menú, no necesita ser lo último en diseño gráfico o en tendencia vanguardista para que sea del agrado del comensal, pero tenerlo limpio será un gran comienzo. Quizá sólo sea un descuido del mesero o del administrador, no lo sé, pero tampoco es para matar al lugar, al contrario, la crítica gastronómica tiene el fin de mejorar todos estos aspectos que a veces los dueños no pueden ven, pero nosotros, como clientes y críticos, podemos señalar.
Pisa Pizza, a tono con el barrio de Jalatlaco, logra lo que busca, intimidad y confort para saborear de una buena cena.