Al enfatizar que lo opuesto a la comida indígena es la comida alienígena, el último ponente en el Encuentro de Cocineras Tradicionales, ponderó la dieta mexicana ancestral como la más sanadora al impartir la ponencia Cocina ancestral. Sabor a sabiduría que enriquece la vida
Caminante O, como se hace llamar, nos confió que es nativo de un pueblo nómada del Este de Europa. Nació en Bélgica en un viaje y creció en seis países, en donde aprendió que cada expresión humana tiene una concepción del mundo.
En su peregrinar, trabajó 20 años como enfermero en cuidados intensivos. Estudió medicina oriental en 1977 y seguía una dieta semi-vegetariana, macrobiótica durante décadas.
Al mismo tiempo practicaba Tai Chi y Chi Gong, ejercicios de salud chinos, desde 1989. Sembraba huertos orgánicos. Vivía “sana y moderadamente” según la medicina alópata y “alternativa.”
Sin embargo, en 2001, a los 37 años, le diagnosticaron presión alta, problemas renales, gota, y artritis. Al año sufrió un infarto cardíaco y en su para recobrar mi salud tomó cursos, suplementos, hizo retiros, acumuló un montón de teorías y prácticas. Tras siete años de esfuerzos, cada día estaba peor, incluso sufrió trombosis venosa profunda con embolia pulmonar.
Es en ese momento que decide comenzar de nuevo, apegarse a la naturaleza y en pocos meses, con la cocina ancestral, recuperó la salud. Actualmente, vive en Teotitlán del Valle, donde honra a la naturaleza.
Contó que la primera vez que viajó a Oaxaca, todo se cocinaba con manteca. “Vine en busca de un aprendizaje indígena”. Descubrió que en México consumía mucha grasa, pero no había artritis ni diabetes.
Aseveró que el cambio de la cocina ancestral a los tiempos actuales, en que cambiamos nuestra forma de vivir, ha dado como resultado, que, en 1948, de 28 países, estudiados, México era el país con incidencia de enfermedad cardiovascular más baja, a tal punto de ser casi inexistente.
Actualmente uno de cada tres mexicanos, incluyendo jóvenes, padece de problemas cardiovasculares junto sobrepeso, diabetes, cáncer y un sinfín de padecimientos.
Mostró artículos que prueban que fue, precisamente en Estados Unidos, donde inicia una propaganda para promover el uso del aceite vegetal, en un afán por incrementar su economía, pero aseveró que esos aceites son súper inflamatorios.
Vivimos en un simulacro, una medicina que no cura, una educación que no enseña, una justicia que no escucha
“Nos hemos vuelto más gordos con el reemplazo de grasas saturadas por aceites vegetales”, aseguró al abundar que el problema es que hay toda una industria militar e intereses que se han apoderado, tanto del sistema educativo como el sistema nutricional, “la guerra se lleva al campo, al llevarse al campo se lleva a la cocina, al llevarse a la cocina se lleva al cuerpo”.
Aconsejó regresar al uso de la manteca, que es adelgazante, a consumir quelites, que es el alimento más nutritivo a nuestro alcance, así como los alimentos fermentados.
Advirtió que actualmente estamos en una cocina en caída libre.
“¿Qué es la educación? Es guiarte afuera, y ¿qué hacen? te enjaulan adentro. Están creando mercados”, cuestionó.
Aseveró que el mercado es mercenario, “viví en carne propia la locura en la que estamos. La vida es una hermosura. Hay que amar, hay que luchar por lo que amamos. Debemos entender que amar es amamantar, es alimentar”.
Reprobó que en la actualidad se enseña a los jóvenes y niños que tienen todo el tiempo del mundo, “tengan mucho cuidado. Les enseñamos hábitos que ya les perjudicaron, como tener todo el tiempo y hay que parar”.
Deploró que en Oaxaca, las mujeres, al subir a un colectivo, estén preocupadas, tengan miedo ante las noticias de que están desapareciendo, que en la actualidad, muchas tengan miomas, ¿dónde están los hombres que las protegerían, se cuestionó al aseverar que no existe la igualdad de género, ya que un hombre nunca podrá ser una mujer, pero puede defenderlas, ya que son fruto de una mujer.
Por último, lamentó que estemos rodeados de “expertos” que nos aconsejan cómo se debe vivir la vida, lo que nos ha llevado a olvidar a nuestros ancestros, que por siglos demostraron que su cultura era la idónea para el ser humano.