Si se trata de historias de éxito y prosperidad, la de Héctor Osorio Hernández es un ejemplo. Un joven que emigró de su pueblo natal, Santa Cruz Tepetotutla, del municipio de San Felipe Usila, Oaxaca, a la capital oaxaqueña. Un viaje en el que aplicó su inteligencia innata, un don natural y una disposición para romperse la espalda para al final convertirse en el principal “traficante de tlayudas”.
Con mentalidad ambiciosa y sobre todo, con una actitud totalmente optimista, decidió poner un puesto de tlayudas, primero en la calle Santos Degollado, un lugar pequeño, de dónde “lo corrieron”, por lo que se mudó a la calle Guerrero, en el centro de la ciudad, donde continúa la matriz de Tlayudas El Negro.
Comenzó comprando las tlayudas en la tiendita del vecino y cuando quiso negociar con el productor de tlayudas, éste se negaba a venderle un pedido tan pequeño (de 20), hoy en día sólo provee este negocio y no se da abasto, por lo que Héctor ha tenido que buscar a otras personas que se encarguen de la producción del ingrediente base.
“Solamente tienes que tener un buen proyecto y saber lo que vas a hacer (…) muchos no aguantan el proceso porque piensan que van a ganar rápido, de uno a cinco años más o menos ya eres conocido”.
Decidió invertir todo lo que ganaba para que el negocio empezara y creciera. “Inicié solo, no había dinero. Me encargaba de todo. Me gusta la cocina y solo aprendí a prepararlas”.
“Empecé con siete mil pesos, era todo mi capital. Sabía bien que me iba a costar. Me quedaba con 50 pesos y lo demás lo invertía. A los tres años ya ganaba bien, pero seguía igual, me quedaba con 50 pesos y todo lo invertía, invertía, invertía. Créeme que pocos son los que aguantan, todos quieren ver resultados en un día. Se tiene que pasar un proceso y pocos son los que siguen adelante”.
Admite que no tiene competencia. La mezcla de ofrecer un producto bien preparado y la atención de calidad al cliente, lo han ayudado a que el que prueba una de sus tlayudas, regrese y lo recomiende. “No tengo competencia porque hago lo que me encanta hacer”.
Trabajando todos los días, de lunes a domingo sin descansar un solo día, paso a paso comenzó a consolidar la empresa.
“Es la constancia de trabajar todos los días, para mí un lunes se convierte en sábado. Yo no conozco día de descanso, yo no soy de los que dice que estoy contento porque llegó el fin de semana, para mí todos los días son iguales. Es la única forma en la que puedes hacer algo”.
Agradecido con Oaxaca, se ha enfocado en este tipo de comensal. “No puedo hablar mal de Oaxaca (…) hay gente que habla mal, se quejan de todo, de los bloqueos, el bloqueo es parte de la cultura, a mí me da risa, a mí me va chingón. Yo no veo un bloqueo, veo una oportunidad de hacer dinero, voy hablo con ellos y les ofrezco bebidas gratis para los que están bloqueando. A mí no me afecta nada. Es malo quejarse”.
“A mi realmente me importa la gente oaxaqueña. Cuido más la gente local. Acá crecí, crecimos juntos y ellos me hicieron levantar la empresa”
Su constancia y dedicación lo han llevado, a siete años de abrir el primer puesto, a tener ahora cinco sucursales, Guerrero, Vasconcelos, Central, Arboledas Xoxo y centro, en Independencia.
“Llevo siete años en eso y sé que esto se va a convertir en algo increíble (…) depende de uno y es lo que le enseño a mis trabajadores, a tener esa mentalidad, a trabajar, a pensar como si fueran el dueño de la empresa”.
Admite que da miedo invertir, “pero aún con miedo hay que hacerlo, pero si vas a hacer las cosas deben realizarse con excelencia”.
Así, Tlayudas El Negro se ha convertido en una referencia obligada en Oaxaca y que amenaza con crecer a niveles insospechados. Héctor Osorio Hernández se describe a sí mismo como el mayor “traficante de tlayudas” y sabe que va a lograr sus metas. “Voy paso a paso, con paso firme y sin correr”.