♦ Yolanda Peach | Leche con tuna
Hay una cocina silenciosa que sólo los más sabios conocen. Una cocina donde las manos curan. Donde cada plato servido lleva consigo años de sacrificios, de pérdidas y también de triunfos. Esa es la cocina de Iván Sánchez, un chef cuya vida, como sus pizzas, es una mezcla de fuego, pasión y autenticidad.
Desde que Iván tenía 15 años, la cocina se convirtió en su refugio. Un oficio, una forma de sanar, de encontrar su camino. “He sido cocinero desde los 15 años, tengo suficiente tiempo en este rubro”, dice con la tranquilidad de quien sabe que vivió más de lo que su edad podría contar. Lo dice como un testimonio de lucha y persistencia.

“La pizza es algo significativo para mí, algo terapéutico”, comparte mientras sus manos, que se mueven con destreza, estiran y manipulan la masa, como si cada estiramiento fuera una metáfora de su vida.
La masa en sus dedos es un símbolo de su vida dedicada al trabajo, de sacrificio y amor. “Es algo que me da mucha felicidad hacer. Moldearla con mis manos, sentir cómo puedo crear algo tan sabroso al paladar y compartirlo con los demás. Es lo que me hace sentir vivo”.
Comenzó su camino en la cocina, conoció una diversidad de sabores, desde la comida oaxaqueña hasta la comida mediterránea. De cada platillo aprendió, pero fue con la pizza que realmente encontró su vocación.
“Me enamoré de la pizza, fue como ver a la chica de tu vida”, dice como si recordara el primer momento en que la pizza tocó su alma. “Para mí, fue lo más hermoso que pude haber visto en el mundo. Me sentí como un amante que descubre el verdadero sentido de su vida”.
“Empecé haciendo ensaladas y poco a poco fui ganando la confianza del chef para hacer platillos más complejos de la comida napolitana que servíamos en el restaurante”. Iván aprendió lo que significa cocinar con respeto y amor por los ingredientes, lo que significaba entregar un pedazo de ti mismo en cada platillo.

A los 30 años, Iván se convirtió en un chef reconocido. “Mi favorita es la comida mediterránea, es lo más cercano al paraíso”. Su vida no fue solo de triunfos. Enfrentó pérdidas profundas. La más dolorosa fue la muerte de su madre, un golpe que lo dejó huérfano de cariño, pero no de coraje.
“Me ha dado mucha fuerza. Esos momentos duros me hacen seguir adelante y decir: si ayer lo hice bien, hoy lo haré mejor”. Su voz se quiebra por un momento, pero pronto se recompone. “Cada mañana me levanto y me digo: tengo el coraje de seguir enfrentando la vida”.
“¿Qué le diría a esa persona especial si la tuviera a mi lado? Ya son 9 años sin ella, es mi madre… Gracias, gracias por confiar en mí, por confiar ciegamente en mí, en mi carrera, a pesar de que no era la mejor persona en ese momento, o tal vez como lo que un papá quisiera tener como hijo”
“Realmente decirle a ella: ¿Sabes qué mamá? Valió la pena todo, estoy aquí ahora, ya estoy del otro lado, no es necesario gritar, no es necesario hacer tantas cosas para agarrar en el camino, ya estoy en el camino, me hubiera gustado que ella viera todo esto, Lo gratificante que sería para ella.
Ahora estoy aquí, haciendo lo que siempre soñé. Lamenta no haber podido compartir con ella los logros de su carrera, ver cómo logró hacer la pizza perfecta o cómo creció en su negocio. “Me hubiera gustado que viera cómo logré la masa, cómo llegué a ser alguien en el ámbito de los negocios, cómo logré hacer lo que ella siempre pensó que era imposible”.
La cocina le dio a Iván un propósito, pero también una forma de sanar. Habla con pasión sobre la pizza. Para él, es un acto de sanación. Hacer la pizza es terapéutico. “Me permite dar todo de mí, poner mi alma en cada pedazo, sentir que todo el sacrificio y la tristeza que llevas adentro se transforman en algo que puede dar felicidad a alguien más”.
“Cocinar es como el amor, casi como si compartiera un secreto. Es como jugar con fuego. Te da miedo, pero aprendes a respetarlo y a dominarlo. Cuando flameas un marisco, cuando trabajas con el fuego de un horno de pizza, es como estar en un estado de conexión profunda, un lugar donde el control y la pasión se entrelazan. No hay nada más emocionante que crear algo a partir de lo que el fuego te da”.
La cocina de Iván es un lugar donde se enfrenta la vida, un espacio donde cada ingrediente, cada fuego, tiene el poder de sanar. “Lo más importante para mí es hacer feliz al cliente”, dice mientras coloca cuidadosamente una pizza en la mesa. “Si logras que el cliente se vaya feliz, satisfecho, con una sonrisa, eso es lo que cuenta. Eso es lo que más importa”.
Iván no busca el reconocimiento público, no le interesa la fama ni los premios. Para él, la recompensa está en la sonrisa de su cliente, en la satisfacción de hacer lo que ama.
“Ese soy yo. Eso es lo que quiero dejar: el coraje de seguir adelante, de nunca rendirse. Eso es lo que quiero que la gente recuerde de mí”.
Al final, no se trata solo de pizza. Se trata de hacer de la vida algo sabroso, algo lleno de sentido, de amor, de fuego y de coraje.