Los recuerdos no se han ido, solo cambiaron de rumbo
♦ Yolanda Peach | Leche con tuna
¡Qué tiempos aquellos!
La Cuaresma sabía diferente. No se trataba del pescado o los camarones, sino la forma en que la familia se reunía alrededor de la mesa, o mejor aún, bajo una palapa improvisada en la playa, entre risas, toallas mojadas y los pies llenos de arena.
En Oaxaca, esta temporada coincidía con las vacaciones escolares y se convertía en la excusa perfecta para lanzarse a la costa. Huatulco, Mazunte, Puerto Escondido… lugares que no solo olían a mar, sino a hogar.
Actualmente el paisaje cambió. La nueva carretera nos permite llegar más rápido que nunca, pero también nos invita a dejar que el turista explore ese paraíso, mientras nosotros redescubrimos otro, más cercano, más íntimo.
Uno donde también huele a sal, a piña, a tamarindo y a ceviche recién preparado. Total, si llegar Etla en horas pico (toma de carretera incluida) te toma un poco menos que lanzarte un fin de semana a la Costa, ¿por qué no aprovecharlo?
En esta temporada de Cuaresma, dejemos que los turistas disfruten nuestras playas —al fin y al cabo, de eso vivimos— y ya nosotros iremos cuando se vayan, que para nosotros Puerto ya nos queda prácticamente a la vuelta de la esquina. Ese lugar es Coco Beach, y créanme: es una cápsula del tiempo y del sabor.
Tuve una conversación con el capitán de meseros, quien, entre platillos y memorias, me regaló esta frase que se me quedó grabada: “Los recuerdos que tengo de la Cuaresma son estar en familia, comiendo mariscos, disfrutando un pescado, un pulpo… salir a distraernos un ratito. Es una temporada para disfrutar”.
Y eso es exactamente lo que Coco Beach ofrece. No tienes que empacar, ni manejar dos horas y media. Basta con llegar a una de sus dos sucursales —en la Reforma o sobre avenida Universidad— para que la experiencia comience.
La pregunta correcta sería: ¿qué no se come?
Aquí, la Cuaresma son sabores del mar. El plato estrella —porque lo probé y todavía estoy pensando en él— es el aguachile especial: una armonía de mariscos que lleva callo de hacha, almeja chocolata, ostiones, ceviche de pescado, ceviche de camarón, pulpo y camarón fresco, todo bañado en la salsa de tu elección: roja, negra o verde. Texturas, temperaturas y sensaciones.
Y si buscas algo aún más novedoso, no puedes dejar de probar el aguachile de callo de hacha con piña tatemada, jícama, chapulines y tamarindo. ¿Quién dijo que lo tradicional no podía reinventarse con un toque tropical?
El huachinango al gusto —a la talla, al mojo de ajo, frito o como lo prefieras— te transporta directo a la costa. Y no te preocupes si alguien en tu familia no come mariscos. Coco Beach también piensa en ellos: hamburguesas jugosas, taquitos de arrachera, pechugas a la plancha y ensaladas de frutos secos o César. Aquí, nadie se queda fuera.
“No es solo el sabor, es el ambiente”, me dijo el capitán. Y tiene razón.
En Coco Beach algunas bebidas se preparan en la mesa, como un pequeño espectáculo privado. Una margarita de maracuyá con piña o una piña colada servida con la pulpa del fruto te hace sentir que estás en algún lugar entre Mazunte y el paraíso. La música suave, el calorcito en la piel, el servicio que parece de amigos de toda la vida… todo te invita a quedarte más tiempo del que planeabas.
Y mientras saboreaba mi aguachile, pensé en mi madre, en aquellos días de Semana Santa en Mazunte. Pensé en el ritual de escoger el pescado más fresco, en la forma en que los niños hacíamos filas para un coctelito y en cómo, al final del día, todos terminábamos dormidos en la hamaca, llenos de sol y sal.
Coco Beach tiene ese algo que no se puede explicar del todo. Tal vez sea el sabor. Tal vez la gente. Tal vez el hecho de que, sin darte cuenta, vuelves a sentir lo que creías perdido.
Ahora la Cuaresma se vive distinto, sí. Pero no por eso menos auténtica. Y si lo que buscas es revivir esos momentos sin tener que ir tan lejos, Coco Beach es la respuesta.
La playa está más cerca de lo que crees.
