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El Gato Negro: el refugio para desayunar

♦ Yolanda Peach | Leche con tuna

Quizá el nombre te haga pensar en algo misterioso, tal vez en una superstición olvidada, en un gato errante de ojos luminosos, o incluso en un viejo mito que ronda las noches de brujas.

Sin embargo, si alguna vez pasas por la pequeña calle cerca de la URSE, te invito a que dejes esas ideas atrás y dejes que tus sentidos se guíen por una motivación distinta, un lugar que huele a café recién molido y suena a risas suaves entre amigos. En El Gato Negro la magia no está en lo sobrenatural, sino en la conexión entre lo auténtico y lo cercano, entre lo sabroso y lo emotivo.

A Úrsula, su creadora, lo que la anima es un profundo amor por la cocina, un deseo de honrar su tradición y, al mismo tiempo, transmitir la paz que un buen desayuno puede regalarle a alguien en medio de un día ajetreado.

“El nombre del restaurante es un tributo a un gato que tuvimos hace años”, explica, mientras su rostro refleja una nostalgia suave, como si ese pequeño ser de pelaje negro estuviera en su memoria. “Era un gato especial, y quiero que la gente deje de asociarlos con la mala suerte. Son seres llenos de cariño, sin esos mitos que tanto nos dañan”.

Imposible no enamorarse de este rincón tan acogedor, donde las paredes guardan el eco de charlas tranquilas y las mesas se llenan de platos coloridos, frescos y deliciosos.

Aquí, el desayuno es sustancioso. Te transporta a un lugar donde el amor por los ingredientes se siente. Desde los huevos al gusto hasta las enmoladas rellenas de pollo.

Los chilaquiles, por ejemplo, son crujientes totopos bañados en salsa que se equilibra perfectamente con el queso fresco y la crema que los cubren. No puedes dejar de probarlos, ni siquiera si optas por algo más ligero como un emparedado acompañado de ensalada fresca o papas cambray a las hierbas finas.

Para los que buscan algo más dulce, los wafles o hotcakes son una delicia que te recuerda la calidez de un hogar. Pero no cualquier hogar. Este es el hogar de los productos de temporada, la fruta fresca que hace que cada bocado sea único, de esos sabores que se sienten cercanos, naturales.

Y, si eres amante de las bebidas, te sorprenderás con el café artesanal de Loxicha una taza de aromaterapia pura que te abraza.

Lo que hace único a El Gato Negro es calidez de su espacio. Es esa sensación de tranquilidad que envuelve a todos los que cruzan su puerta.

Un espacio que invita a pintores a plasmar su creatividad, a estudiantes a leer sin el ruido de la ciudad, y a quienes buscan un momento de paz entre el bullicio del día. Aquí, la vida fluye con calma, como si el tiempo se tomara un respiro.

El Gato Negro es un lugar para desconectar, para disfrutar, para conectar con lo que realmente importa: los pequeños momentos, los sabores que nos recuerdan quiénes somos y las personas que nos acompañan en el camino.

“Queremos que la gente se sienta como en casa, que disfruten de una buena comida y un café, que encuentren en este lugar un refugio donde puedan relajarse y recargar energías”.

Este lugar, sin duda, tiene mucho más que ofrecer que solo sus platillos exquisitos: tiene amor, tiene alma. Y en un mundo que corre, a veces se necesita un lugar como este, que te invita a detenerte, a reflexionar, y a saborear la vida de una manera más tranquila y consciente.

Si alguna vez te encuentras cerca de la URSE, no dudes en acercarte a este pequeño rincón donde los gatos negros ya no son sinónimo de mala suerte, sino de momentos llenos de sabor y buenos recuerdos. Y, por supuesto, no olvides darle un vistazo a las redes sociales de Gato Negro donde te esperan más sorpresas.

Porque, en realidad, lo que importa aquí es que siempre hay un lugar para ti.

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