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Del añil a la esperanza; los colores de la tierra en Du Kua

A través de hilos teñidos con plantas y flores, seis mujeres tejen un futuro más sostenible y empoderado para las mujeres de Teotitlán del Valle, que conecta con la tierra, el medio ambiente y su identidad cultural

Yolanda Peach | Leche con tuna

El azul no nació de ese color. El rojo viene de un insecto minúsculo que tiñe como la sangre. A veces hacen falta días de paciencia, fuego y molienda para lograr una tonalidad.

En Teotitlán del Valle, durante años, los tintes sintéticos dominaron el mercado y relegaron los métodos naturales a un segundo plano. Sin embargo, un grupo de artesanas decidió que su legado no se perdería. Aquí, cada color es paciencia, una afirmación de identidad y una prueba de que la tradición no solamente se hereda, también se defiende.

Hay algo más que hilos y pigmentos en esta historia. Algo que tardó más en cambiar que los mismos colores. Durante años, el telar fue dominio de los hombres. Hoy, seis mujeres cuentan, con voz propia, cómo recuperaron un lugar que siempre les perteneció. 

Margarita reflexiona sobre la ardua labor detrás de cada pieza, el esfuerzo que implica y la percepción del valor por parte de los compradores

Piensan que es caro cuando compran.

Desconocen el trabajo que se realiza, el costo. Nosotros tejemos todo, lo hacemos a mano, todos los colores que se tiñen, todo lo que se recolecta para lograr esos colores.

Algunos ingredientes se fermentan, otros se muelen en metate para obtener los colores. Eso lleva muchos días, no es un trabajo rápido.

Es despacio: Obtener los colores, pintar el hilo y falta el tejido. Algunos se terminan en dos o tres días, otros en una semana, algunos tapetes se llevan hasta tres meses. Tejemos diseños difíciles, otros sencillos.

Todo eso es necesario que se conozca. La gente piensa que es caro y hay tapetes que tienen mucho trabajo. No se puede dar más barato.

A veces pagan el precio, desconocen el trabajo que tuvo, el costo, pero se lo llevan felices.

Me gustaría decirles que vengan a conocer, invitarlos a mi casa a entender cómo trabajamos, cómo se elabora, que comprendan su valor.

El proceso del teñido sí ha sufrido muchos cambios. Antes se usaba anilina, ácido. Resiste más al sol, al aire.

En los 50 empezaron a usar tintes sintéticos. Lo natural se recuperó en los 90. Buscaron técnicas. Se dedicaron a investigar.

No todos prefieren lo natural porque lo sintético es muy económico. Los químicos contaminan. El agua no se puede reutilizar, es tóxica.

Las mujeres siempre se involucraron, sólo que antes únicamente lavaban la lana, cardaban, hacían madejas. Mi papá se encargaba del tejido. Nosotros íbamos por leña, por agua al pozo o al río. Es… como un estilo de vida.

De niña, después de peinar la lana la hilábamos. Unas seis madejas al día.

Todos en la casa nos involucrábamos. Hacíamos canillas, las madejas, cardar la lana e hilar. Ahora la mayoría de mujeres ya teje. Hay otras técnicas. Todo evolucionó.

Mi papá no conoció el peine fino. Eran de bambú, ahora hay de acero.

Josefina comparte su pasión por los tintes naturales, detalla cómo cada color que obtiene tiene su propio proceso y un significado especial

El añil provoca una reacción muy impresionante.

Al introducir el hilo en el agua del añil es verde. Cuando sale es otro color. Eso fue lo que más me impactó y me enamoró.

No quería este trabajo, dedicarme a esto, pero al ver el proceso del añil me conquistó y fue donde más ganas le eché.

Mi papá sabe teñir con puras plantas, más no sabía de añil ni de la cochinilla. Sabe de todo sobre plantas.

Saca más amarillo, es su color fuerte. Rojo, pero lo saca con una planta que se llama Yagý. Los cafés, los verdes, todo lo que se obtiene de plantas.

Tuvimos un curso, me obligaron a ir. Al regresar ya era otra persona. Ahí fue donde me decidí a trabajar la lana.

Los hilos los teñimos en tintes naturales. En el color amarillo ocupamos el marushy o el pericón; de la cochinilla, que son los insectos del nopal, sacamos los rojos, rosa, fuscia, naranja. Del índigo obtenemos los azules, verde y negro. Todos los colores oscuros los saca el añil. Me encantan los colores de las plantas, los colores que nos da la naturaleza. Esos son los colores con los que trabajamos en nuestro pueblo de Teotitlán.

Alicia defiende el uso de tintes naturales, valora la tradición y el respeto al medio ambiente sobre la rapidez y el bajo costo de los sintéticos

Pensé en confeccionar bolsas y lo hice. Cuando llevaron mi primera bolsa a Tlacolula se vendió así (rápido). Cuando volvió me dijo: Haz más.

Una bolsa que hice me gustó tanto que no la quise vender, después me insistieron mucho para que la vendiera e hice una réplica, pero de otro color, en el mundo son solo dos bolsas con ese diseño.

Casi no me gusta coser ropa, me interesó la artesanía. Hacer tintes naturales porque tenemos muchas plantas y, ¿por qué no utilizarlas?

No me gusta usar tintes artificiales porque dañamos el medio ambiente. Claro, los colores son bonitos y muy uniformes, pero son químicos.

Me gusta más trabajar con las plantas que tenemos en el pueblo para sacar los tintes de nuestra lana. No importa que sea lento el trabajo, pero es natural y mejor a usar colores artificiales, aunque sea más rápido y barato, prefiero lo natural.

Graciela valora profundamente lo que le enseñaron, destaca el orgullo y la satisfacción que siente al ver el resultado de su trabajo

Mi mamá hacía los ceñidores de cintura que usan. Ella los tejía, bordaba la punta de varios colores.

Un día le dije: ¿Por qué no pintas también el hilo?, o sea la lana. Me decía que no, porque la lana es muy gruesa y el hilo del ceñidor es delgadito. Veía cómo metía la seda en la cochinilla y me llamó mucho la atención.

Me nació ser artesana al verla trabajar. Ahí empezó mi inquietud con los tintes naturales.

Mi papá me enseñó a tejer. Tejí un tapete chiquito con la silla. No sé si aún lo conserve mi papá. No le he preguntado.

Desde hace más de seis años pinto con los tintes naturales, me enseñaron mis padres, pintaban con plantas del cerro: marushy, pericón, granada y nuez.

Valoro mucho mi trabajo, valoro mucho lo que me enseñaron, porque cuando miro las plantas veo el color que saca y ahí es donde me siento feliz. Mi corazón se alegra, estoy feliz y satisfecha con mi trabajo.

Hilda resalta la importancia de los tintes naturales para proteger el medio ambiente, destaca cómo se cuida la tierra, la salud y el futuro

Aprendí a tejer desde niña. Mis papás me enseñaron, pero ellos teñían con anilina.

Me casé y en la familia de mi esposo cuidan más el medio ambiente. Iniciamos el negocio y acordamos que sólo íbamos a utilizar tintes naturales.

Decidimos empezar a tejer tapetes. Hicimos el pacto que serían tapetes de calidad, que no contaminen.

Empezamos a tejer y a teñir con los tintes naturales. Luego asistí con las compañeras al curso de tintes naturales. Ahí empecé a dominar más lo natural, lo sustentable.

Me gusta mucho teñir la lana. Cuando teñimos el añil es cómo mágico, no sabemos qué tono nos va a dar, depende del clima y de muchos factores.

Nosotras usamos flores y hojas para pintar nuestros hilos y así cuidamos el ambiente, la tierra y también cuidamos nuestra salud. No usamos tintes sintéticos para nuestros hilos.

Enedina celebra con orgullo cómo las mujeres de Teotitlán del Valle conquistaron el arte del tejido y transformaron una tradición antes exclusiva de los hombres

Estamos contentas porque trabajamos las mujeres. Antes trabajaban puros hombres. Antes no podíamos tejer las mujeres y ahorita ¡Qué bonito! Ya tejemos nosotras las mujeres. Trabajamos diferentes tapetes.

Cuando era joven dije en mi casa que quería estudiar, me dijeron: “Si quieres vas a ir a corte y confección” y acepté.

Teníamos las clases por las tardes. Empecé a hacer vestidos, pantalones, toda la ropa, mandiles, todo.

Me iba a graduar y me fui a Oaxaca con la modista que me enseñaba para que me hiciera mi sistema. Me faltaban tres meses.

Al estar en Oaxaca pasamos a una escuela que decía: Cultora de Belleza. Le dije a la muchacha si me podía esperar. Entré, pregunté cuánto cobraban por el curso. Pedí que me inscribieran y yo convencía a mi mamá. Empecé a ir a la escuela de belleza, después me inscribí para ser instructora. Empecé a peinar acá en el pueblo. A niños de la escuela, XV años, bodas.

Siempre quise tejer, pero a las mujeres no las dejaban, así que empecé a cardar, a hilar y todo.

Me inscribí en cursos y aprendí a teñir con tintes naturales. Otras técnicas.

Estoy muy contenta porque ya estoy tejiendo, y el dinero que gané me permitió construir mi casa, estamos saliendo adelante. Gracias a Dios que las mujeres ya tejen.

Du Kua, que significa hilos teñidos, es un colectivo formado por seis mujeres de Teotitlán del Valle, que se unieron con el propósito de preservar y revitalizar el arte del teñido natural. A través de los cursos y encuentros que compartieron, Alicia, Margarita, Hilda, Josefina, Graciela y doña Enedina se dieron cuenta de su fuerza colectiva y decidieron caminar juntas en este camino hacia la conservación de una tradición ancestral.

Su esfuerzo y dedicación las llevó a transformar su arte en un símbolo de empoderamiento, identidad y respeto por el medio ambiente. Estas mujeres tejen en cada hilo y cada color el amor por su tierra, su cultura y su historia.

Cada artesanía es el resultado de horas de trabajo, pasión y lucha. En sus manos se tejen sueños, se teje la esperanza de que la tradición perdure y se valore. Ellas, con su esfuerzo y su arte, nos invitan a conectar con la naturaleza y a valorar lo que realmente importa.

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