♦ Yolanda Peach | Leche con tuna
La historia del restaurante Las Rosas es una de tradición, esfuerzo y profundo amor por la gastronomía oaxaqueña. Este 4 de septiembre, celebraron con emoción su 50 aniversario, rodeados de amigos, vecinos y clientes que han acompañado esta travesía desde sus inicios.
Como lo dicta la costumbre, la celebración comenzó con una misa en la que se agradeció no solo por los años de trabajo, sino también por la oportunidad de compartir su legado con las nuevas generaciones.
Siguió la degustación de los icónicos taquitos dorados de mole negro, rojo y coloradito, acompañados de agua de horchata y, para finalizar, un pastel.
Leticia Ruiz Pacheco, una de las herederas del restaurante, habló con la voz entrecortada de emoción: “Es un orgullo inmenso. Mis papás lo comenzaron en 1974 con tanto sacrificio, y gracias a Dios estamos aquí, celebrando este logro inmenso”.
Charito Ruiz Pacheco recordó con nostalgia los primeros años de Las Rosas. “Mis papás lo iniciaron con mucha dedicación. Mi mamá, con su mandilito, asaba los chiles al carbón, mientras mi papá tenía su hielera llena de cervezas. Ambos siempre contentos de recibir a la gente. Hoy, gracias a ellos, seguimos aquí”.
Se trató de una jornada cargada de recuerdos y emociones, escuchamos a Tania Ivette Arenas Ruiz, investigadora gastronómica, quien con profunda gratitud recordó lo que significa formar parte de este legado familiar.
“La comida arropa, un mole de olla consiente y abraza, y eso es lo que hemos hecho en Las Rosas: consentir a nuestra comunidad con amor durante tantos años”
La séptima generación de la familia, representada por Renata y Miranda García Arenas, también compartió su orgullo por preservar las tradiciones oaxaqueñas. “Desde pequeña he vivido la pasión por la gastronomía”, dijo Miranda, “fui al festival de los moles a los 15 días de nacida, y nombré a mi mamá como la Reina de los Moles”. Su hermana Renata añadió: “Somos parte de una herencia que ha logrado, a lo largo de siete generaciones, conservar el sabor de Oaxaca en cada platillo”.
La historia de esta familia no comienza en 1974. Tania explicó que su tatarabuela, Mamá Coty, fue una de las cocineras tradicionales más respetadas en Ixtlán de Juárez, en la Sierra Norte de Oaxaca, a finales del siglo XIX. “Mi bisabuela, Mamá Chucha, migró a la capital en los años 40 y comenzó con un pequeño comedor para los mineros. Fue ella quien sembró la semilla de lo que hoy es Las Rosas”.
Es en esos años que decide migrar a la capital oaxaqueña. “Llegan a vivir al barrio de Xochimilco y mamá Olí llega a trabajar de mesera al hotel Oaxaca Cours, actualmente Misión de los Ángeles. Ahí conoce a mi abuelito papá Isaac”.
“En 1953 nace mi mamá Lety, con sus ahorros compran el predio de la calle de Las Rosas ubicado en la colonia Reforma, antes llamada colonia nueva” y fue en 1974 que sus abuelos, Olí e Isaac, abrieron oficialmente Las Rosas en la colonia Reforma, y desde entonces, “hemos mantenido viva esta tradición”.
“Nuestra comida no solo nutre el cuerpo, también apapacha. En Las Rosas, cada platillo es un abrazo a nuestra comunidad, una forma de decirles que siempre hay un lugar para ellos en nuestra mesa”.
El festejo de los 50 años fue, sin duda, un evento cargado de emociones y recuerdos, pero también una reafirmación del compromiso de la familia por seguir ofreciendo lo mejor de la gastronomía oaxaqueña.
“Quiero agradecer a todas las personas que han venido durante estos 50 años al restaurante Las Rosas a disfrutar estos platillos que están hecho con el corazón y están hecho con el corazón y están hecho para ustedes”, añadió Javier García Ruíz, quien invitó a quienes no conocer el lugar, a visitarlos.
Al terminar la jornada, con el sonido de las risas y los aplausos resonando en el aire, quedó claro que el legado de Las Rosas está más vivo que nunca, y que continúa en cada mole preparado con esmero, en cada cliente que vuelve una y otra vez buscando ese sabor que solo se encuentra en Las Rosas.
Actualmente siguen recibiendo con los brazos abiertos a todos aquellos que buscan un abrazo a través del sabor. Porque en Las Rosas se comparte amor, y se escribe, día tras día, un capítulo más en la historia gastronómica de Oaxaca.