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El Toro y la Luna, una historia de pasión y perseverancia

♦ Yolanda Peach | Leche con tuna

El Toro y la Luna es el fruto de una pasión que se cocinó a fuego lento, desde las conchas rellenas hasta las sofisticadas pizzas napolitanas que ahora encantan a todos los que atraviesan su discreta entrada. Aquí, la cocina también nutre el alma, con cada ingrediente seleccionado y preparado con dedicación y un toque del amor a la oaxaqueña.

Primero debes encontrar la puerta correcta. Ubicado en Colón 612, El Toro y la Luna se esconde tras un discreto portón. Es como un secreto, accesible solo para aquellos que conocen la contraseña.

Una vez dentro, un amable anfitrión te guía por un pasillo que te lleva al restaurante, donde un aroma irresistible se escapa. Es un lugar que parece reservado para quienes saben apreciar la buena mesa y el encanto de lo oculto.

El menú es un abanico de opciones, desde las entradas, que puede ser pan de ajo con crema de ajo rostizado, queso de cabra y un toque de aceite de oliva o una variedad de bocaditos crujientes, hechos de pan recién horneado, acompañados de aceite de oliva, parmesano y una mezcla de especias.

Tal vez las pizzas son donde El Toro y la Luna brilla. Ofrecen una selección que incluye la clásica Margarita, la intensa Diavola, y la sofisticada Cosaca. Para los amantes de los mariscos, la pizza Marinera es un deleite, mientras que la Mastunicola nos transporta a las raíces de la pizza napolitana.

El menú también incluye delicias como la mortazza: una masa de pizza rellena de ingredientes frescos como jamón serrano o de pierna natural; el Panuozzo, un sándwich napolitano horneado, y hamburguesas con ingredientes frescos y de alta calidad.

Los emparedados y toast son perfectos para un almuerzo rápido pero memorable. Y para quienes buscan algo más sustancioso, los calzones napolitanos, rellenos con una mezcla de ingredientes seleccionados cuidadosamente, son una opción imperdible.

Detrás de este concepto, hay una historia de perseverancia, creatividad y amor por la cocina, una historia que comienza años atrás, cuando Miguel Ávila, un joven chef lleno de sueños, decidió abrir un pequeño negocio de postres bajo el nombre de Toro.

Un negocio pequeño, un sueño grande

Miguel Ávila comenzó con un humilde proyecto de postres. Desde una pequeña cocina, surtía sus creaciones a diferentes cafeterías en Oaxaca. El proyecto no era más que un “negocito”, como él mismo lo describe, pero lleno de potencial. A pesar de que nunca se estableció formalmente, el proyecto le permitió ganar experiencia y, sobre todo, una visión clara de lo que quería lograr.

El destino le presentó a Valeria Sibaja, una chef con una pasión igual de ardiente por la gastronomía. Juntos, decidieron fusionar sus talentos y emprender un nuevo camino que culminaría en la creación de El Toro y la Luna.

Al principio, su oferta se centraba en la venta de postres y pan a domicilio. La pandemia obligó a muchos a quedarse en casa, y esa necesidad de llevar lo mejor de la cocina hasta la puerta de sus clientes se convirtió en una oportunidad de oro.

Su cartera de clientes creció rápidamente. No había rincón de Oaxaca que no visitaran: desde Zaachila, Cuilápam, Xoxo, San Juanito, Viguera, San Felipe, Primera Etapa y el centro de la ciudad. La panadería operaba en la casa de la abuela de Valeria, en Esquipulas, donde horneaban el pan para llevar.

Entre conchas rellenas y temores

A medida que crecían, decidieron mudarse a la Unidad Habitacional Ricardo Flores Magón. Sin embargo, las ventas no fueron como esperaban.

“Nadie nos iba a comprar a pesar de que nos promocionábamos, de vez en cuando nos salía un pedido de un pastel para un evento o pan para llevar, fue una etapa dura”, confiesan

Empezaron de la nada, “vendíamos 10 pesos de pan al día, nos decían que en Meraz daban más barato”.

Valeria decidió experimentar con conchas rellenas, una receta innovadora que rápidamente se convirtió en la estrella. La concha, hornada con masa madre y bañada en tres leches, crema y fruta. El éxito fue inmediato. A pesar de que era un producto que requería tiempo y dedicación, la concha rellena se convirtió en un fenómeno local. Los catapultó a un nuevo nivel.

“La Primera Etapa fue una etapa de nuestro crecimiento como empresa muy bonita, nos dimos cuenta que podíamos levantarnos desde el piso”.

Este éxito les permitió expandirse y, durante la temporada de muertos, la venta de pan de muerto fue un hito que les permitió ahorrar lo suficiente para seguir creciendo. Compraron mesas, sillas y una cafetera, transformando su pequeño espacio en un café-restaurante.

Empezaron a vender pizzas de un estilo más comercial. La situación se tornó difícil cuando los vecinos comenzaron a ofrecer versiones más baratas de las conchas rellenas.

Al final, este postre lo sacaron del menú, “hoy no lo tenemos en la carta, pero es que era imposible, se tardaba 15 minutos en armar una concha, era mucha producción”.

Unos blogueros locales que recién empezaban realizaron un video que se volvió viral. Ellos aumentaron seguidores y, en el restaurante, la afluencia de clientes aumentó al punto de que el local ya no podía soportar la demanda.

Fue entonces cuando el destino les sonrió nuevamente: Miguel heredó una casa en el Centro Histórico de Oaxaca, y decidieron trasladar allí El Toro y la Luna.

Este nuevo espacio les permitió redefinir su concepto culinario.

Todo se cocina en un horno. No hay sartenes, estufas ni ningún otro método de cocción.

Por otro lado, desde las masas y salsas hasta los pepinillos y mermeladas, todo es hecho en casa con la misma pasión que llevó a Miguel y Valeria a superar cada obstáculo en su camino.

Un espacio de amor y pasión

El Toro y la Luna es un testimonio de lo que se puede lograr con perseverancia, creatividad y un amor incondicional por la cocina. “Te vas a encontrar con un producto realizado con mucha pasión, con mucho amor, con mucho cariño por lo que hacemos”. En este restaurante, cada detalle está cuidadosamente pensado para ofrecer una experiencia única.

Desde la limonada rosa, refrescante y deliciosa, hasta los postres semanales como la panacota y el tiramisú. El espacio es acogedor y discreto, un refugio en el bullicio de la ciudad.

El Toro y la Luna es el resultado de años de esfuerzo, de días difíciles y de la pasión inquebrantable de dos chefs que, con cada platillo, comparten un pedacito de su historia con el mundo.

Actualmente te invitan a ser parte de esa historia, a disfrutar de su cocina prepositiva y a descubrir un rincón de Oaxaca donde la excelencia es la norma y cada comida, una experiencia inolvidable.

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