Una pieza clave de nuestra gastronomía, son los mercados o placitas de las comunidades, un espacio de intercambio que forma parte de nuestra identidad y nuestra civilización.
El trueque, una tradición prehispánica, es una práctica que, aun en nuestros días, se utiliza en algunas comunidades. Esos tianguis que se realizaban en fechas determinadas, conocidas como días de plaza, son el antecedente a los merados modernos.
Voces que se entrelazan en un murmullo coloquial, sabores milenarios, aromas y colores, un sitio en el que, básicamente puedes conseguir cualquier cosa.
Con el tiempo, esta forma de comercio evolucionó hasta trasladarse a construcciones planeadas a propósito, para guardar la mercancía y establecer cierto orden.
Oaxaca es uno de los estados que aún conserva la esencia de las placitas, como en Santa María Tlahuitoltepec, los marchantes son del pueblo y rancherías cercanas, aunque los intercambios de compraventa tienen todos los atributos tradicionales ocupan también la práctica formal del comercio.
Se reúnen, desde muy temprano, a temprana hora todos los sábados. Mujeres y hombres acuden con sus trajes típicos a buscar lo que ocuparán para la cocina.
Chiles, tomates, guajes, calabazas, frijoles, chayotes, piña, plátanos, granadas nopales, ajos, papas, lechuga, hongos y quelites.
Cosechas de su tierra y productos endémicos que traen directamente los campesinos, orgánicos y a precios verdaderamente bajos.
Puedes encontrar gallinas y guajolotes, carne de cerdo, de res, pollo, así como algunos platillos y bebidas milenarias, pan y chintextle, que es una pasta de chile.
Textiles, artesanías, destilados, flores y productos elaborados, usando técnicas patrimoniales.
Olas suaves de personas que conviven, que se conocen y reconocen como parte de una comunidad, que, pese a los embates de la modernidad y el tiempo, conserva su esencia ancestral.
