Comenzar de cero, la elección de Gaudencio después de que logró ser considerado uno de los mejores chef del mundo.
“Le he apostado al pueblo de Santiago Matatlán (…) tiene una cocina que merece estar en otros lugares”.
Los reconocimientos obtenidos parecieran no importarle, no cesa de hablar de su amada tierra.
“Santiago Matatlán es un pueblo ubicado a 50 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, se ha caracterizado por ser la cuna del mezcal”.
Orgulloso, invita a conocerlo, “Santiago Matatlán es digno de visitar, conocer a su gente, y, por qué no, su gastronomía. Como chef originario me siento orgulloso de ser matateco, de ser el chef zapoteco que representa a mi pueblo”.
Es el chef de Mal de Amor, donde se puede encontrar cocina regional, local e internacional, “quiero que conozcan mi pueblo, mis raíces, mi cultura, tienen mucho por conocer, tenemos una presa, nuestra gente es muy trabajadora, es mezcalera”.
Agrega que, al ser una tierra árida, es el lugar adecuado para el maguey, “van a encontrar una presa muy bonita, los jueves tenemos un tianguis con productos orgánicos, mariscos del Istmo (…) somos personas muy cálidas, muy humanas, le tendemos la mano a los que vienen”.
Gaudencio Ruiz Mateo se aventuró a irse a los Estados Unidos cuando cumplió 14 años.
Sus padres, Bonifacio Ruiz y Anselma Mateo, habían dejado su pueblo natal antes, “se fueron de migrantes a Estados Unidos porque el empleo era muy escaso (…) buscaban un futuro mejor”.
Atrás de ellos se fue Aurelia, su hermana mayor, “me fui a Estados Unidos al terminar la secundaria, tenía la inquietud de seguir mis estudios”.
Estudió el bachillerato, inglés y otros idiomas, “me abrió las puertas para combinar la escuela con el trabajo, después, estudié gastronomía”.
El ejemplo de sus padres lo impulsó a esforzarse, “valoré todo el sufrimiento que pasaron”. Se pagó sus estudios y aprendió varios idiomas.
“Me apasionó la gastronomía, estuve en restaurantes europeos, orientales y sudamericanos, seleccioné las cocinas en las que quería aprender cosas nuevas”.
Sin importarle su estabilidad laboral, decidía apostar para conocer otras cocinas, “empezaba siempre desde cero, hasta en la forma de pago, prefería ganar lo mínimo porque en ese momento de mi vida no me importaba tanto el dinero como mi conocimiento de la cocina”.
Aprendió a profundidad, al menos cinco cocinas: la italiana, francesa, sudamericana, peruana y la cocina mexicana, además de dominar a la perfección la cocina molecular, “creo que estos lugares son los que me han marcado muy bien, pues tuve la oportunidad de aprender estas cocinas”.
Se trató de 20 años de preparación y logró convertirse en uno de los mejores chefs de Estados Unidos, con reconocimiento a nivel mundial.
En el año 2018, lo invitan a una competencia gastronómica internacional, Top Chef Washoku 2018 , en la que participaron 200 chefs. Resultó ganador.
“La competencia tuvo como sede la ciudad de Los Ángeles, California. El triunfo me abrió las puertas en otras partes del mundo. Al siguiente año, 2019, competí en Tokio Japón con los seis mejores chefs del mundo”.
Admitió que no esperaba ese momento, “cuando compito con tantos, en verdad hay personas muy talentosas en el mundo, simplemente creo que la gracia, el esfuerzo, el esmero te lleva al final del día, no ha lograr un premio, sino a causar la admiración hacia otras personas, hacia otros chefs que son reconocidos y que te dicen que lo que has hecho es muy bueno”.
Tuvo la oportunidad de viajar a ciudad de Europa, a Perú y Japón, lo que le permitió conocer de cerca su cultura y retroalimentar sus conocimientos culinarios.
Llevaba 25 años de vivir en Estados Unidos. Había logrado el reconocimiento de sus pares en todo el mundo, pero no podía quitarse de la cabeza el volver a su pueblo natal.
“Quería regresar, pero no igual, sino volver diferente, que los momentos de carencia no fueran en balde, que todo lo que aprendí pudiera traerlo para nuestras familias oaxaqueñas y crear fuentes de empleo”.
En medio de la emergencia sanitaria, decidió invertir sus ahorros para instalar su propio restaurante: Mal de Amor.
Matatlán, considerada la cuna del mezcal, ya tenía la bebida emblemática, ahora sólo faltaba crear un centro gastronómico estratégico.
Confiesa que tuvo miedo, “la pandemia estaba agarrando fuerza, me pasé dos o tres meses sin dormir, sin poder concentrarme ante el temor de que cerraran por completo todos los negocios”.
Le apuesta todo a la cocina oaxaqueña, “es una cocina muy sonada a nivel mundial y hay que conservar nuestra cultura, creo que nuestra gastronomía está en los ojos del mundo”.
Pese a todos sus logros, se considera una persona humilde, “siempre veo a la persona que día a día se esmera en hacer mejor su cocina (…) quiero que las personas que han estado cerca de mí, que me conocen tal cual soy, me recuerden como un hombre sencillo”.
“Me cuesta decir quién soy, decir los logros que obtuve, soy un simple ser humano, hay mucha gente que de alguna manera me ha visto crecer, desde el comienzo y en verdad que admiro el día a día”.