Nació y creció entre los aromas y sabores de la cocina. Su padre, originario de Oaxaca, chef de la Secretaría de Marina; su madre, cocinera tradicional originaria de Teococuilco de Marcos Pérez, Oaxaca.
Las circunstancias del destino hicieron que Édgar Alejandro López Soriano naciera en la Ciudad de México, en donde en ese entonces sus padres trabajaban. “Mi mamá vendía gorditas y guaraches en el mercado de La Merced, decían que me tenían amarrado al tanque de gas, desde que tengo uso de razón, mi mundo es este”.
Alejandro Soriano, como lo conocen todos, cuenta que una de las cosas que más le llamaba la atención, era que los comensales le sonreían a su mamá, el contacto con la gente, la interacción a través de la comida.
Cuando cursaba segundo de primaria regresa a Oaxaca, muy pronto se involucra en el giro, lavando trastes y como mesero.
En la adolescencia, a los 17 años, le encargan su primer banquete, el menú de unos XV años. Preparó crema de elote, pierna mechada y espagueti para 250 invitados. “Creo que los nervios de que no alcanzara me llevó a guisar de más, pero fue una experiencia enriquecedora porque fue mi primer evento solo”.
Estudió gastronomía en la Anáhuac al tiempo que trabajaba en salones de fiesta, donde desarrolló su talento durante once años, organizando banquetes, siendo el jefe de cocina del Corporativo Fénix.
“La escuela sí es muy importante, pero se aprende más si se vive en un restaurante; en cuestión gastronómica es como jugar a la comidita, pero en lo que se refiere a lo administrativo, aprendes desde derecho hasta contabilidad, todo el orden que requiere un negocio”.
Su vida toma un tumbo diferente cuando decide emprender un negocio familiar, junto con sus padres y más tarde, con sus hermanos, actualmente Banquetes y Cocinas Conchita.
Amante de la cocina tradicional oaxaqueña, asegura que es muy importante enamorarse de tus raíces, “no me veo en otro país intentando hacer crepas u otra cosa que no sea la comida de acá”.
Precisamente el estofado de pollo se ha convertido en un platillo insignia para él, además de ser el guiso que más disfruta de su madre, en la actualidad, se deleita al prepararlo con ella para ofrecerlo todos los domingos en los restaurantes de la empresa.
Consolidado ya en el ramo y reconocido en el Estado, Alejandro Soriano aconseja a los jóvenes que piensen bien si piensan dedicarse a esta carrera y se metan a una cocina real, iniciar desde lava trastes. Lamenta que ahora sólo piensen en ser famosos sin trabajar.
A pregunta expresa de qué lugar recomendaría para ir a comer, sin pensarlo sugiere el tianguis de la Central de Abasto, con las cocineras de San Antonino Castillo Velasco, con quien puede disfrutar de una amena charla con el señor Juan, un diablero, así como con el chef Benito Molina.
“También disfruto de ir a comer con los amigos, en Origen, Expendio, Tendajón y en los mercados de Etla, Tlacolula y Zaachila”.
Con una sonrisa permanente en el rostro, Alejandro Soriano no oculta su amor por la tierra que lo acogió, por sus sabores y la magia que se le permite crear en su cocina.
“Soy una persona llena de sueños, dispuesta a trabajar duro, con mucha hambre de superarme y con ganas de hacer algo por mi Oaxaca”.