♦ Yolanda Peach | Leche con tuna
Lucina propone algo poco común en la escena gastronómica actual: dejaron atrás un menú fijo o los platillos predefinidos. Enrique Montaño, cocinero y fundador, explica que la cocina de Lucina surge de la temporada, el mercado y los huertos cercanos. La idea busca crear vivencias que conectan con la comunidad, dejar de lado las modas y las técnicas pasajeras.
El proyecto se ubica en Tlalixtac de Cabrera, lugar donde Enrique creció y vivió experiencias familiares que refleja en cada plato. “Lucina sabe a hogar, a amor, a esos recuerdos que permanecen”, dice mientras describe la forma de cocinar y compartir que privilegia.
La propuesta se divide en dos momentos: desayunos y comidas. Los primeros se sirven en una mesa compartida frente al fogón.
Inician con bebidas tradicionales —chocolate, atole blanco, café de olla— y continúan con una degustación de seis tiempos. Los guisados, sin protocolo, invitan a repetir y recuperar preparaciones que rara vez llegan a la mesa hoy en día.
Las comidas, a diferencia del desayuno, combinan creatividad con técnicas basadas en la cocina tradicional y de temporada.
El chef destaca un menú de cuatro tiempos, siempre acompañado de una bebida artesanal del día. La preparación se ajusta a cada jornada, por eso atienden únicamente con reservación, para cocinar lo necesario y garantizar frescura.
Más allá del chef, Lucina es resultado de una red comunitaria: campesinos que cultivan maíz, frijol y calabaza; tortilleras y cocineras tradicionales que aportan su experiencia.
El chef subraya la importancia de reconocer ese trabajo, que muchas veces queda invisible para los comensales. “Poca gente sabe el esfuerzo detrás de una tlayuda”, señala.
El espacio se concibe para tomar el tiempo necesario, el silencio acompaña, y la mesa compartida invita a la comunicación y el aprendizaje. “Es un lugar para venir, comer, conocer, compartir y vivir una experiencia distinta”, explica.
Lucina funciona únicamente sábados y domingos, con horarios establecidos para desayuno y comida. La invitación es clara: reservar y vivir un espacio que conecta la cocina tradicional con la comunidad, lejos del ruido y la prisa.