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La Viajera: desayunos con pasaporte a otros antojos

♦ Yolanda Peach | Leche con tuna

La cocina nos enseñó que los viajes no son necesarios con maleta ni boleto de avión, a veces basta con sentarse frente a un plato caliente, cerrar los ojos y dejar que el gusto se encargue del resto.

Así se siente desayunar en La Viajera Café, un pequeño restaurante ubicado a media cuadra del parque central de San Bartolo Coyotepec, donde cada receta tiene su ruta.

Detrás del mostrador está Jacob Soria y su familia, quienes no se dicen chefs ni pretenden serlo. “Abrimos La Viajera por el puro gusto de comer. Queríamos traerle a San Bartolo algo distinto a lo típico, un lugar donde la comida también pudiera ser una experiencia”.

El menú parece armado como una libreta de apuntes de viaje: anotaciones culinarias recogidas aquí y allá, reinventadas con lo que se tiene a la mano.

Están los chilaquiles del Valle, un clásico local con acento personal, las enfrijoladas Zaapeche bañadas en frijol con hoja de aguacate y coronadas con cecina enchilada, huevo estrellado y quesillo derretido.

También hay platos con nombre propio, como el Croque Tiajuana, un sándwich desbordado de sabor: dos rebanadas de masa madre rellenas con jamón, tocino, pechuga empanizada, salsa bechamel, tomates deshidratados, huevo y perejil frito. Una bitácora servida en capas.

Hay favoritos: las super suizas, las enfrijoladas campeche y el Croque Madame, que llega a la mesa con ese aire parisino que da el huevo estrellado encima.

“Mi desayuno favorito se llama Desayuno de Campeones”, confiesa Jacob. “Son waffles con mermelada o nutella, acompañados de salchicha argentina, tocino crujiente y huevo. Es bastante generoso… como para no quedarse con hambre todo el día”.

La Viajera es el espacio pensado como una especie de refugio: mesas amplias, música seleccionada para mantener la calma, libros por ahí, plantas. “Queríamos que fuera un lugar tranquilo. Si vienes con tus hijos puedas comer a gusto mientras ellos se entretienen. Si vienes solo, puedas tomar un café sin prisa”.

En la barra, el café es otro viaje: americano de olla, mokachino, latte o moka oaxaqueño; frío o caliente, según el ánimo. Y para los días en que el cuerpo pide otra cosa, hay jugos naturales, smoothies, micheladas, sueros y hasta mezcalinas. De postre, la clásica carlota, un affogato que recuerda a la sobremesa italiana o un brownie que convence.

La está en San Bartolo Coyotepec, en la calle Zaragoza, es de esos lugares que se dejan encontrar solo por quienes los buscan con el estómago y el corazón. Tal vez por eso, se siente como una pausa. Una donde cada platillo recuerda que comer también puede ser una forma de viajar.

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