♦ Yolanda Peach | Leche con tuna
Como el ave fénix, Coco Beach volvió a alzar el vuelo. Y lo hizo desde el mismo sitio donde, hace poco más de un año, ardió hasta quedar reducido a cenizas. Este 13 de abril, el aire en Plaza del Valle huele distinto: a gratitud, a mar, a madera nueva, a sueños reconstruidos. A terraza recién inaugurada.
La historia de Coco Beach no se cuenta solo con números o fechas. Se cuenta con las manos de quienes cocinaron entre humo y lágrimas, con los pies de los meseros que no dejaron de caminar aunque no hubiera techo, y con el corazón de los clientes que regresaron, incluso cuando solo quedaba un corredor improvisado. Se cuenta, sobre todo, con la emoción intacta.

“Se trató de un accidente”, recuerdan. Trabajos de soldadura iniciaron el siniestro. Las chispas alcanzaron las palmas de la palapa, y, en cuestión de minutos, todo ardió. Bomberos acudió con rapidez para que no se propagara a otros lugares.
“Gracias a Dios, los daños fueron únicamente materiales, y nuestro personal pudo desalojar en tiempo, manteniéndose todos a salvo”, fue el comunicado oficial.
Jorge Arturo Maya, capitán de meseros, no olvida aquel día. El 9 de marzo de 2024, el fuego lo sorprendió en su descanso. “Me sentí terrible, como si se hubiera quemado mi casa. Como si el restaurante fuera mío. Más que mío: como si se tratara de mi hogar”, recuerda con la voz quebrada.
Lleva ocho años de servir con sonrisa generosa y mirada firme. Y ese día, aunque no estuvo físicamente, algo suyo también se consumió entre las llamas.
Aquel incendio, provocado por trabajos de soldadura, arrasó con todo. La palapa, las computadoras, las pantallas, los muebles, el equipo de sonido, el efectivo. Todo se perdió. Todo menos el espíritu.

En lugar de rendirse, el equipo se organizó. Abrieron un pequeño espacio. No era bonito. Pero era honesto. Y la gente volvió. Volvió con hambre, sí, pero también con cariño. Porque Coco Beach, además de ser un restaurante de cocina del mar, es una extensión de la playa en medio de Oaxaca. Es calidez, atención que abraza, sabor que emociona. Es familia.
Y esa familia volvió a levantar el lugar desde cero. Con madera, hierro forjado y muchas plantas. Donde antes hubo cenizas, florece una terraza amplia y luminosa, construida no para atraer más comensales, sino para que los de siempre estén más cómodos. Porque Coco Beach nunca fue una moda: es un lugar de pertenencia.
Tras el corte del listón, uno de los fundadores no ocultó su emoción. “No quiero mencionar nombres completos, pero estoy muy agradecido por el trabajo de cada uno de los colaboradores y por su compromiso. ¡Bravo por el trabajo de todos!”. No hicieron falta nombres. Todos soltaron en aplausos.
La nueva terraza se siente como una recompensa. Como un abrazo colectivo. Como una promesa cumplida. Los sabores del mar siguen ahí —el aguachile, el pulpo que parece venir del Pacífico directo al plato, los camarones, el salmón, la coctelería—, pero ahora llegan acompañados de una historia más entrañable. De una historia que habla de perderlo todo… y volver a empezar. Mejor. Más unidos.
Coco Beach, en Las Águilas 112, es un testimonio de resiliencia, del amor por la tierra y por el oficio. De la gente que no suelta. Que cuando cae, se levanta. Y cuando se levanta, brilla más fuerte que antes.
Ahora, el fuego no quema. Hoy, el fuego inspira.