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Mole de muertos de Soledad, Etla, manjar de vivos para nuestros difuntos

Noemí López Hernández, cocinera tradicional de Matadamas, Soledad, Etla, espera a las almas de chicos y grandes, por ello se esmera con un platillo especial y delicioso

A nuestros fieles difuntos los espera un manjar en casa de doña Noemí López Hernández. En Matadamas, Soledad, Etla, hay mole para todos, ella invita.

Desde ahora lo prepara, porque el mole de muertos que hace cada año no es una comida para tres, ¡es un manjar para todos!
No improvisa, siempre lo hace igual, no pierde detalle alguno, los ingredientes y la preparación son parte de un acendrado ritual, porque ella los ve, ella los siente, ella los invoca y los quiere consentir, como cada año: “Todo lo que preparamos y hacemos es para nuestros difuntitos que van a venir a visitar nuestro altar, donde le quitan todo ese sabor, todo ese aroma, a lo que le ponemos en el altar”. “Le quitan todo ese sabor, le quitan todo ese aroma”, es la frase esencial con la que se entiende la motivación de Noemí para hacer el mejor “mole de muertos” de Oaxaca.
“Comensales” tiene muchos, pero hace tanto que alcanza para compartir, “por si un difuntito no tiene a donde llegar”.
Leche con Tuna lo constató. Noemí trabaja para agasajar a su papá, a su suegro, a sus tíos y abuelos, pero también lo hace para sus amigoos, y para todo “aquel” que no tenga dónde llegar, porque aquí en casa de Noemí “serán bien recibidos los que gusten llegar a degustar este platillo”.
El mole de muertos de Noemí López Hernández, más allá de los tres chiles, del cacahuate, plátano, orégano, pimienta, clavo, canela, almendra, nuez y pan de yema, lleva como ingrediente más importante una mezcla de “nostalgia y de recuerdos muy gratos”, que, preparándose “con mucho esmero, con todo el corazón y con toda el alma”, da como resultado un verdadero manjar que para probarlo ¡hay que morir primero!
“Mi modo de preparación es tostar el chile –lleva tres chiles: chile ancho mulato, pasilla y chilhuacle negro—. El chile se desvena y se le quita la semilla, se asa al fuego al carbón, se pone chile por chile, hasta que esté todo el montón”.

En su explicación de cómo prepara el “mole de muertos”, Noemí hace un paréntesis: “dicen que si te da tos por el humo que saca el chile es que eres celoso”. A tomar en cuenta.
Y prosigue: “Se escoge plátano macho, bonito, se filetea y se fríe”. Aunque, como una verdadera cocinera tradicional, que no pierde detalle de nada, defiende la creencia de que “si alguien ve el plátano frito como quedó y se le antoja, se le convida uno para que no ‘le eche ojo’ al mole, al igual que con los demás ingredientes”. Más seria, dice: “Tiene que quedar bien doradito, sin llegar a negro.

“A continuación se echa la nuez a freír, hasta que quede cafecita, todos estos frutos se van juntando en la misma cazuela; sigue la almendra y el cacahuate; luego se utiliza pan, que se va a rebanar y también se fríe –ese queda luego, porque enseguida agarra color negro y es el que ocupa más aceite—.

“Se pone en la cazuela el ajonjolí que previamente se doró, se agrega a la cazuela orégano, pasas, canela y dientes de ajo asados; se pasa el chile a una olla con agua y se enjuaga, se regresa a una olla.

“Con las dos ollas, la de las especies y frutos, y la del chile, se llevan al molino. Primero se muele el contenido de la primera olla y después se agrega el chile. Se vacía el contenido en una cazuela grande. El fuego es con carbón y leña”.

Ahora sí, inicia el camino de regreso con la molienda, lleva el contenido en la misma carretilla con la que, minutos antes, acarreó los ingredientes listos para ser triturados.

No hay un solo paso a desestimar, no hay que perder un solo detalle, pero hay uno donde si te distraes echas a perder todo, y esto no lo dice Noemí, lo vimos nosotros, lo vio Leche con Tuna, nos referimos a la movida de la cazuela, donde además se requiere de una gran condición física, pues nuestra amiga no dejó de mover el mole con un carrizo durante más de una hora.

Durante el proceso, se le va agregando poco a poco chocolate, sal y azúcar, conforme se mueve se va probando para ver si le falta algo. Su suegra se acercó tres veces y le dijo qué le faltaba, al final le dijo que ya había quedado.

Para darnos cuenta de que no se excedió el tiempo de cocción, se verifica que no se pegue el mole en la cazuela.

Pero, aquí no ha acabado todo, para preparar el mole para comer, se cuece tomate con cebolla, caldo de pollo y se le agrega la pasta que se acaba de preparar.

Ella cree firmemente en que los seres queridos llegan del más allá. Cuenta que les pone mezcal y ve como le bajan al vasito; y que los alimentos, después de que los quitan del altar, ya no tienen sabor ni olor.

Para el regocijo y consuelo de nuestros fieles difuntos, Noemí López Hernández es la mujer más generosa que pueden encontrar el 1 y 2 de noviembre, porque ella piensa en todos: “Los que no tengan una vela, agua, una veladora, su mezcalito, un dulce para un niño, los que no tengan donde llegar, pues aquí en la casa está humildemente lo que es el altar, recibir a todos los que vienen… nuestras almas”.

Además, manda a hacer pan y ella hace chocolate y calabaza en dulce, que también coloca en su gran ofrenda junto con muchos otros productos comestibles que eran del agrado de sus seres queridos que ya se adelantaron.
Una tradicional milenaria, que se mantiene intacta a través de los rituales y del amor incondicional para nuestros seres amados.

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