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¿Y los oaxaqueños qué?

Julio es un mes de fiesta en Oaxaca. La Guelaguetza, esa celebración que es sinónimo de dar, de alegría y de cultura, viene acompañada de ferias culturales, artesanales, gastronómicas y en general, donde los pueblos oaxaqueños aprovechan para dar a conocer lo mejor de su tierra.

La promoción que se le hace a esta fiesta es impresionante. No sólo en el país, sino en el mundo entero.

Una muestra es que de varios continentes se contactaron para comprar boletos para asistir a los Lunes del Cerro.

Se trata del mejor mes de Oaxaca. Hoteleros, restauranteros, artesanos, comerciantes en general, así como los municipios y el gobierno estatal se benefician de la millonaria derrama económica.

Sin embargo, eso no se ve reflejado en nuestras calles. Actualmente, la ciudad de Oaxaca es una de las más inseguras del país. No en vano fue seleccionada para ser de las primeras en recibir el apoyo de la Guardia Nacional.

También, hace unos meses, recibió una sentencia que ordenaba, a varios municipios, el rescate de los ríos Salado y Atoyac, ya que la contaminación en estos afluentes, puede llevarnos, de seguir así, a acabar con lo que ha sido la fuente de vida.

Ni hablar del respeto a las mujeres. Hace un año se emitió la alerta de género en Oaxaca y eso no ha impedido que los feminicidios sigan en aumento. Ni hablar de la violencia familiar, política y laboral que sufren las mujeres día a día.

Antes, en tono de sorna, se decía: “Oaxaca te recibe con sus baches abiertos”. Lamentablemente sigue igual. Las calles están destruidas en la mayoría de las colonias, lo que provoca un sinfín de accidentes.

El tráfico va de la mano. Sobre todo, los bloqueos, que son nuestro pan de cada día.

Oaxaca sigue siendo considerado uno de que sufre más pobreza. Tenemos en municipio más pobre del país.

Queremos que ese dinero que ahora reciben las arcas municipales y estatal sea utilizado para garantizar acabar con ese flagelo con el que vivimos.

Es triste que no se pueda salir a las calles con total confianza.

Los oaxaqueños no merecemos vivir con miedo. Soñamos con ese Oaxaca que se ofrece al mundo entero. Ese, de la fiesta y el folclor, de la hospitalidad y la alegría.

Ojalá la Guelaguetza trascienda y deje de ser un botín político para unos pocos, que retome su rumbo, ese de dar, del tequio, del ofrecer, del rescate auténtico de la cultura, para que dentro de poco, seamos ese Oaxaca que todos soñamos.

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