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Flor Araceli Santaella, homenaje a México a través de la comida

Definitivamente los recuerdos van entrañablemente unidos con los sabores.

Tal vez la añoranza por su tierra natal, después de haber vivido en varios estados de la República Mexicana y algunos años en Colombia, decidió a Flor Araceli Santaella Quevedo a elegir Oaxaca para incursionar en la rama restaurantera.

“La cocina no es sólo la receta, transmite más: es comunicación, amor solidaridad”, asegura.

Originaria de Oaxaca de Juárez, Flor Araceli admite que no desarrolló su don culinario en casa, “cuando era pequeña no era bien visto que un niño se metiera en la cocina.

Se formó en la cocina un tanto por necesidad. Se casó con un militar y con él vivió en Durango, Cuernavaca, Veracruz, Tuxtla, Torreón, Estado de México, Distrito Federal, Yucatán.

Profundizó sus conocimientos gastronómicos en cada lugar, “la comida del norte es muy sencilla, la del sureste es más rica en condimentos, en especias”.

Cuando transfieren a su marido a Bogotá, Colombia, se topa con un cambio cultural muy marcado, donde, a pesar de ser considerado un país tercermundista, ofrece una cuantiosa oferta y experiencia gastronómica.

“Te encuentras comida francesa, peruana, intento de mexicana, quizá esta no muy bien lograda por la falta de insumos”.

Es precisamente en este país donde recobra importancia la cocina. Reconoce los esfuerzos de los colombianos por desarrollarse en este rubro pese a sus limitaciones y añora más que nunca la comida de su tierra.

“Es curioso darse cuenta que nos sentimos muy orgullosos de ser mexicanos cuando estamos en otro país y al estar acá, somos malinchistas”.

Percibe, en toda su extensión, la ambición que provoca en los extranjeros en emular la cocina mexicana, una comida que se ha preservado desde la época prehispánica y que se fusionó de forma magistral en La Conquista, evolucionando sin perder la esencia.

La vida la trajo de vuelta a Oaxaca y decide invertir sus ahorros en un restaurante propio, de comida mexicana: Tomate Chocolate. Un homenaje a su México, el país que revolucionó la comida en el mundo.

El menú está elaborado por ella con recetas que fue creando y aprendiendo en su recorrido por el país. Platillos auténticos y otros de su autoría.

“Estoy enamorada de México. Estoy orgullosa de pertenecer a este país”

Confiesa que a veces siente que quiere llenar unos zapatos muy grandes, o quizá muy chicos, pero considera que pese a ser una mujer madura, a pesar de los años, conserva frescas muchas ilusiones, muchos retos, muchas expectativas.

Mujer hogareña, disfruta de la naturaleza, observar el jardín, convivir con su familia, tocar la guitarra, leer, jugar, escuchar música.

Sin embargo, para Flor Araceli la cocina es algo serio. “Primero se debe estar sentado del otro lado. Es mucha responsabilidad”.

Es sumamente exigente, desde verificar que frutas, verduras e insumos sean de alta calidad, hasta cada proceso de elaboración.

“Lo más satisfactorio es ver regresar a la cocina los platos vacíos (…) saber que los sorprendo”.

Admite que el oaxaqueño es buen comensal y al mismo tiempo, difícil de complacer. “Tiene mucha tradición, costumbres, hábitos, difícilmente le cambias sus rutinas”.

Todo proyecto es de esfuerzo diario, de caídas y aprender a levantarse, de esforzarse al doble después, para Flor Araceli la vida es como andar en bicicleta, “hay que seguir pedaleando para no caer”.

 

 

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